Un muchacho vivía solo con su padre; ambos tenían una relación extraordinaria y muy especial. El joven pertenecía al equipo de fútbol americano de su colegio. Usualmente no tenía la oportunidad de jugar, sin embargo su padre permanecía siempre en las gradas haciéndole compañía en cada partido.
Este chico amaba el fútbol, no faltaba a una práctica, ni a un juego. Durante su vida en secundaria lo recordaron como "El calentador de banco", debido a que siempre permanecía sentado.
Cuando entró a la universidad quiso entrar al equipo de fútbol y todos creían que no lo lograría. Su interés, le cayó la boca a todos. No obstante, estando en las eliminatorias el entrenador le entregó un telegrama en donde se le informaba que su padre había muerto.
El entrenador le abrazó y le dijo: "Tómate el resto de la semana libre".
El sábado se apareció en el juego y su equipo llevaba diez puntos de desventajas. "Entrenador, por favor, permítame jugar... yo tengo que jugar hoy", le dijo aquel joven. La respuesta del entrenador fue : "OK, hijo, puedes entrar. El campo es todo tuyo". Minutos más tarde, el equipo y el público, no podían creer lo que estaban viendo. El pequeño desconocido, que nunca había participado en un juego, estaba haciendo todo perfectamente.
El entrenador no lo podía creer y al final le preguntó: "¿Dime, cómo lo lograste?".
Su respuesta fue: "Usted sabe que mi padre murió... pero, ¿sabía que mi padre era ciego?". El joven hizo una pausa y trató de sonreír. "Mi padre asistía a todos mis juegos, pero hoy sería la primera vez que él podría verme jugar... y yo quise mostrarle que sí podía hacerlo".