Las familias que huyeron de Bojayá, en el 2002, atravesaron por trochas el río Atrato (camino de 12 días) hasta llegar a Bahía Solano (Departamento del Chocó), en la costa donde tomaron una panga que los trasladó a Jaqué. (Foto: Didier Hernán Gil / EPASA)
Didier Hernán Gil
| Darién, DIAaDIA
Tiembla en Jaqué. Dos sismos de baja escala se habían suscitado en este poblado de la frontera con Colombia, antes de la visita de DIAaDIA. Tanto indígenas como sus moradores afro comentaban sus temores por este incidente, pero para Arelys Badillo Beltrán hay otras preocupaciones. Aunque llueva, truene o relampaguee, tiene que velar por sus cuatro hijos. Era su cumpleaños y no recibió regalos. El desayuno fue la presión de las autoridades de Migración en Jaqué para que dejara de trabajar en una fonda de la comunidad, que es la única forma que tiene para sobrevivir. Ya la ropa para ella y sus hijos es poca. Hasta los alimentos escasean en la casa prestada donde reside. Estando en la fonda relató los tragos amargos que ha pasado como solicitante de refugio en Panamá.
EN BUSCA DE AUXILIO
Arelys salió de su Colombia natal en busca de refugio, producto de la violencia. Era lo mejor que podía hacer, pues ella trabajaba cortando madera al lado de su esposo, Daniel Sánchez Peruda, en Río Sucio, pero en plena faena un grupo armado lo degolló en su presencia. Otros ocho colombianos, compañeros de trabajo, corrieron la misma suerte. "Ellos se identificaron como las autodefensas (FARC), pero después me enteré que eran paramilitares", dijo.
SIN MISERICORDIA
Arelys narró que pasó tres días retenida junto a otras mujeres bajo investigación de ese grupo armado. Cuando las dejaron libre, corrieron desesperadas con sus hijos hasta tomar una lancha y cogieron río abajo hasta el albergue de la Cruz Roja Colombiana, donde recibió los primeros auxilios. En ese momento, Arelys estaba embarazada de un niño que hoy tiene siete meses y nació en Panamá.
Al salir del albergue, volvió a Río Sucio, pero al llegar a casa le dieron un anónimo donde le pedían abandonar el pueblo. "Sus vidas están en peligro", decía la nota. A esta fémina no le quedó más que huir con sus niños hacia Bahía Solano, su pueblo natal, donde pasó 15 días. No supo más del resto de las mujeres a las que le mataron sus parejas. Su hermana, quien también quedó viuda en aquella masacre, se fue a Medellín, pues tenía dinero para viajar. Arelys optó por escapar hacia Jaqué. Al pisar tierra panameña acudió a la casa de las hermanas Misioneras Teresitas, donde pidió apoyo.
Llegó el mes de octubre de 2007 y su parto se acercaba, por lo que con el apoyo del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) logró trasladarse hacia un hospital de la capital. Luego del parto, acudió a la Oficina Nacional para Atención a Refugiados (ONPAR) para solicitar apoyo en sus documentos. Allí llenó varios formularios y le hicieron una entrevista donde contó su historia. No pudo esperar más y se devolvió a Puerto Piñas, vía aérea, pero ahora su futuro es incierto.
Sus ojos brillan al recordar que su vida está como acorralada, pues una funcionaria de Migración la atosiga. "Donde trabajo me dan mi cualquier cosa, pero yo necesito trabajar y mantener a mis hijos. Nos estamos quedando sin ropa y sin comida. Si me voy pa' Colombia me terminan matando, peor. Venimos pa' ca y nos encerramos y nos morimos de hambre. La verdad no sé qué hago".
PARA PENSAR
Casos como el de Arelys Badillo Beltrán sirven para reflexionar, ¿dónde están los derechos humanos de estos ciudadanos?. Hoy es el Día Mundial de los Refugiados y según un informe del Servicio Jesuita a Refugiado (SJR) denominado "Migración transfronteriza Emberá y Wounaan en Jaqué, Darién", señala que en la región de Jaqué, una de las causas principales de la migración, en la actualidad, es el temor, el miedo por el aumento de la violencia en el Departamento del Chocó.
SON PERSEGUIDOS
Ese estudio detalla que después de las masacres, el temor por la vida no deja de estar latente, pues las amenazas de los grupos armados continúan. Tal es el caso de tres familias que hoy residen en Puerto Piñas, quienes proceden del Municipio de Bojayá, donde se destruyó una comunidad, producto del enfrentamiento entre las FARC y los paramilitares en mayo de 2002. Dos de esas familias llegaron en agosto de 2004 y la otra en enero de 2006. No obstante, los desplazamientos masivos hacia Darién se iniciaron en la década del 90.
OTRA DURA EXPERIENCIA
Riquildo Dumasá es uno de esos indígenas que emigró de Río Bojayá, en el Chocó colombiano, en el 2004, y se estableció en Puerto Piñas. También llegó huyendo de la violencia. Él tenía una tienda donde la guerrilla entraba como Pedro por su casa. "Entraban y agarraban todo lo que le gustaba. Era un abuso", manifestó. Una de sus hermanas le aconsejó salir del área, pero él no estaba muy seguro.
LA GOTA QUE DERRAMO EL VASO
Dumasá expresó que el hecho que lo llevó a decidirse fue cuando bajó el río a comprar mercancía y se encontró a su regreso con 25 guerrilleros que le pidieron transportarlos. "Pensé, qué voy a hacer con esa gente. No me podía negar y todos estaban armados. Les dije que les cobraría na' más lo que se consumiera en gasolina", narró. A cambio recibió tres galones de combustible y pensó estar librado. Sin embargo, al llegar a su pueblo se encontró con que había otros 175 guerrilleros acampando. "El pueblo estaba triste, no había bulla. Ya habían violado a una señora y trataron de abusar de mi esposa", precisó.
Eso lo motivó a salir del área e hizo lo posible para llegar a Jaqué y luego se ubicó en Puerto Piñas, donde vive en una casa prestada junto a diez familiares. Ellos están en calidad de Protegidos Humanitarios Temporal (PHT), no obstante, con el pasar del tiempo y para movilizarse, le urgen sus documentos. Los boletines de sus hijos no tienen número de cédula y eso para ellos es otro problema.
Riquildo se siente perseguido por Migración de Panamá. "De aquí para atrás yo no me voy. Pa' qué voy a ir para allá, ¿pa' morí? Yo voy a morir, pero sólo Dios sabe", sentenció.
De sus familiares dijo que sus padres se fueron para la costa atlántica en Alto Playón, donde también están como solicitantes de refugio.
Él no puede trabajar, igual que el resto de la comunidad, porque hay un litigio de las tierras con el propietario de un proyecto turístico.
EN CIFRAS
Según ACNUR, en 117 países hay 9.9 millones de refugiados que han huido por persecución; 5.8 millones son apátridas, 1.1 millones son refugiados que han vuelto a su país natal, pero siguen necesitando ayuda; 740 mil son solicitantes de asilo y en la actualidad existen 324 campos de refugiados en el mundo.