
A los niños se les brinda atención sicológica.
A los niños se les brinda atención sicológica.
A los niños se les brinda atención sicológica.
El SJR les brinda asesoría legal.
Odalis Orozco
A los niños se les brinda atención sicológica.
El SJR les brinda asesoría legal.
Odalis Orozco
A los niños se les brinda atención sicológica.
El SJR les brinda asesoría legal.
Odalis Orozco
A los niños se les brinda atención sicológica.
El SJR les brinda asesoría legal.
Odalis Orozco
A los niños se les brinda atención sicológica.
El SJR les brinda asesoría legal.
Odalis Orozco
Una selva llena de riesgos
"Fueron quince días por la espesa selva del Darién; nos perdimos, vagamos por el mismo camino en tres ocasiones, la selva y sus misterios nos desorientaban", explicó Mónica, quien junto a su familia, formada por cuatro hijos y su esposo, salió de su país, Colombia, ante la inseguridad que se vive allá. Ellos escaparon en busca de un mejor futuro, aseguró la hoy refugiada en Panamá.
Mónica proviene de una región campesina y explicó que lo poco que cultivaban y los animales que criaban, se los llevaban los guerrilleros; “cómo decirles que no, si esto nos podría costar la vida”.
El otro problema era que si otro bando preguntaba por los que pasaban allí, el silencio y hablar era fatal, entonces ¿qué opción tenían?
La aventura fue arriesgada, solo cinco días debía tomarle el trayecto del Chocó colombiano a Panamá, pero la selva tenía miles de peligros que no sabía que enfrentaría junto a sus hijos (la más pequeña tenía solo seis años y el más grande nueve años). Les tocó cruzar laderas con abismos, que al final solo se veían los árboles pequeños; se agarraban de las ramas de los bejucos enredados en las rocas; atravesaron ríos “con bichos”, como los describe ella. Todo esto les provocaba llagas en los pies a todos y en las noches debían estar atentos a las panteras y tigres.
Mónica describió que fue difícil pasar la noche allí, “con las serpientes arrastrándose por todos lados y las panteras acechando”. Sus hijos no dudaron en interrumpirla para en coro agregar al relato que “los ruidos en las noches eran horribles; el chillido de los monos, los rugidos de los tigres, eran peores que los mosquitos”, aseveraron. Juan, de 10 años, dijo que “el río también era peligroso, la corriente nos llevaba y caminábamos en puntas, porque el agua nos cubría”.
Otra pesadilla para Mónica fue encontrar una osamenta humana en el camino: las costillas, huesos de pierna y otros restos. Para no preocuparlos, les dijo a los niños que eran de animales. La preocupación de la extranjera creció cuando alcanzaron el sexto día y se quedaron sin alimentos y no llegaban a ningún lado. Por fortuna encontraron huertos de plátanos cada ciertos kilómetros, también árboles de naranja, limón y otros frutos. “Estos eran de los que operan en la selva, para poder abastecerse”, aseguró.
Con temor, su esposo y ella tomaron algunos plátanos para poder alimentar a los niños, además de pescar. Al llegar el día 10 o 11, ya agotados, se encontraron con unos hombres que vestían ropa de camuflaje y botas de militar, que luego de un largo interrogatorio, los guiaron, señalándoles que no perdieran el río, “que era selva río, selva río”.
“Es una experiencia que no se la deseo ni a mi peor enemigo”, agregó la refugiada, quien hoy, a dos años de estar en el país, tiene otras preocupaciones: conseguir los papeles de sus hijos para entrar a la escuela, pues perdió los acumulativos para el ingreso de ellos, ya que algunos documentos se perdieron en el río y otros en las fogatas que tenían que hacer para alejar a las bestias. Ahora, tres de los niños están en calidad de oyente, el otro fue dejado por fuera del sistema escolar por no tener sus papeles.
El esposo de Mónica labora podando jardines y viven de la ayuda que les dan algunas organizaciones como la Cruz Roja, el Servicio de Jesuita a Refugiados (SJR), Centro de Asistencia Legal Popular (CEALP) y otras, que al inicio les brindaron asesoría legal, atención de salud y vivienda, hasta que logró organizarse.
Tramita su permiso de trabajo
A Mónica y su familia ya le aprobaron el refugio, ahora están en trámite para los permisos laborales y de esta manera mejorar su condición de vida, porque viven en la pobreza.
Ellos aseguran que en Panamá tienen tranquilidad y se sienten seguros.
Panamá es un lugar atractivo para vivir
Según la entrevistada, Panamá se muestra como un país muy atractivo y de gran interés económico para muchos migrantes, que ante las grandes inversiones realizadas y megaproyectos que se ejecutan, consideran un buen lugar de destino para mejorar sus condiciones de vida.
Es por ello que, según las estadísticas del Servicio Nacional de Migración, existen actualmente 13,000 migrantes registrados, sin considerar la población invisible. Esto, sumado a las cifras de los migrantes que aún no han logrado su regularización migratoria.
En materia de refugio, Panamá como Estado receptor tiene un instrumento jurídico establecido, a través de la Ley N.° 5 del 26 de octubre de 1977 de la República de Panamá, por el cual se aprobó la Convención y Protocolo sobre el Estatuto de los Refugiados, materia regulada por medio del Decreto Ejecutivo N.° 23 de 10 de febrero de 1998, por el que se desarrolla la Ley N.° 5 que aprueba la Convención de 1951 y el Protocolo de 1967.
Mañana, DIAaDIA mostrará otra historia de refugiados y la travesía que realizan por mar y su costo.