Viven de la basura. Aunque parezca insólito, en El Valle de San Francisco, corregimiento de Ancón, una humilde familia se gana la vida rebuscando plástico en el vertedero de Cerro Patacón.

Allí, en su casa, hecha de tablones, piso de tierra cubierto por un viejo linoleo y colchones regados en el suelo, vive Aida Berrugate, de 63 años, junto a su esposo, su hija y dos nietos.

Obligados por la pobreza extrema en que vivían en Darién, decidieron emigrar a la capital, pero la realidad que encontraron no es muy diferente a la que dejaron atrás.

En el desayuno no hay el tradicional pan, huevo, crema o vaso de leche, ya que sólo pueden comer un plátano verde cocido con una taza de café.

El almuerzo no es la gran cosa para los Berrugate. Cuando hay dinero se come un arroz con una presita de pollo y un vaso de agua caliente, ya que la nevera es un lujo que no se pueden dar.

Un plato de arroz con lenteja y un pedazo de plátano es todo lo que pueden comer en la cena y la presa brilla por su ausencia.

Son tan pobres que hacer compras en un supermercado sería un lujo, por lo que los pocos víveres los adquieren en la tiendita del chino.

Los días pasan sin pena ni gloria, ya que el único pasatiempo es un viejo televisor a colores donde ven novelas, y una que otra película por las noches.

La situación económica que atraviesan es tan crítica que por cada dólar que se ganan a diario le dan gracias a Dios.

Allá, en El Valle de San Francisco, muy cerca a Cerro Patacón, Aida y su esposo le han enseñado a sus hijos la importancia que tiene el trabajo y la honestidad en la vida. En el marco de la Semana de la Familia recuerda que pudo enseñarle valores a sus hijos y que por ello se han mantenido unidos.

Hoy, sus hijos partieron del nido y tienen sus propios hogares.

CIFRAS

Unos 14 mil niños panameños no estaban inscritos en el Registro Civil por situaciones de pobreza.