Mucho que desear dejó el arbitraje del costarricense Walter Quesada, en el partido del domingo en el que luego de jugar con la cancha inclinada la selección panameña se apoderó de uno de los boletos a semifinal cuando eliminó a El Salvador, en la dramática tanda de penales.
Quesada pitó dos penas máximas en contra de la Roja, una de las cuales fue desperdiciada por Rodolfo Zelaya, al estrellarlo [el balón] en las heroicas manos del portero Jaime Penedo, quien solo tuvo que recostarse sobre su costado derecho para atajar el esférico.
La primera sentencia desde los 12 pasos fue un regalo que le hizo el silbante tico al equipo cuscatleco, gracias a Dios la fortuna tenía puesta la camiseta roja.
Fueron muchos los evidentes errores del central del compromiso, cuando en cada pelota dividida los salvadoreños se veían favorecidos por el juez, quien además estuvo muy lejos de las jugadas durante todo el partido.
Las aguas se salieron de su cauce cuando Quesada le mostró la tarjeta roja a Blas Pérez y solo castigó con una amarilla al capitán salvadoreño Luis Anaya, quien debió ser tratado igual que al panameño.
Hasta el técnico nacional Julio Dely, quien es bastante medido a la hora de juzgar el trabajo arbitral después de los partidos, tuvo palabras en contra de la labor del juez.
"No quería tocar el tema, pero el que entiende un poquito de fútbol sabe que el árbitro estaba prácticamente volcado con El Salvador", añadió.
Varios jugadores panameños han declarado que sienten que la organización del torneo está en contra de los istmeños ya que, según ellos dicen, hay cosas extrañas.
¿Será que los directivos de la Copa Oro quieren que Panamá sea eliminado, porque el equipo nacional no lleva muchos aficionados a los estadios?
El domingo, en el coliseo Robert F. Kennedy Memorial, la mayoría del público era salvadoreño, y aproximadamente había un panameño por cada 10 cuscatlecos.
¿Será que Panamá amenaza la idea de la final ideal (Estados Unidos-México) y se están valiendo de sucias artimañas para dejar por fuera a la Roja?
