Invierten para escapar


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Aquí yace el cuerpo de un somalí, quien murió en la travesía hace más de un año, en el río Tuquesa.

Fotos: ODALIS OROZCO/ JESUS SIMMONS

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    Aquí yace el cuerpo de un somalí, quien murió en la travesía hace más de un año, en el río Tuquesa.

    Fotos: ODALIS OROZCO/ JESUS SIMMONS

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    Carlos está agradecido con Panamá.

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    También se movilizan en piragua.

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    Familia del grupo Emberá que salió de Colombia por los conflictos.

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    Fotos: ODALIS OROZCO/ JESUS SIMMONS

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    Carlos está agradecido con Panamá.

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    También se movilizan en piragua.

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    Familia del grupo Emberá que salió de Colombia por los conflictos.

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    Carlos está agradecido con Panamá.

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    También se movilizan en piragua.

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    Familia del grupo Emberá que salió de Colombia por los conflictos.

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    Fotos: ODALIS OROZCO/ JESUS SIMMONS

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    Carlos está agradecido con Panamá.

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    También se movilizan en piragua.

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    Familia del grupo Emberá que salió de Colombia por los conflictos.

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    Aquí yace el cuerpo de un somalí, quien murió en la travesía hace más de un año, en el río Tuquesa.

    Fotos: ODALIS OROZCO/ JESUS SIMMONS

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    Carlos está agradecido con Panamá.

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    También se movilizan en piragua.

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    Familia del grupo Emberá que salió de Colombia por los conflictos.

Jesus Simmons/ Odalis Orozco - DIAaDIA

Caminos peligrosos. Ayer, DIAaDIA publicó sobre el peligro al que se exponen las personas al cruzar la frontera entre Colombia y Panamá en busca de un mejor futuro para su familia. Se presentó el caso de una familia colombiana que se atrevió a desafiar la naturaleza, la selva y la cordillera que separa ambos países.

Esa selva guarda en silencio las tragedias que viven hombres, mujeres y niños invisibles no solo a causa de los ríos caudalosos, las lluvias o animales salvajes, sino de quienes usan ese territorio como guarida para el narcotráfico. Hoy, se narra la historia de la travesía marina, uno de los tantos caminos que usan quienes cruzan la frontera rumbo a Canadá, Estados Unidos o Panamá.

Historia

Este es el caso de Carlos Tovar, de 34 años, oriundo de Manizales, Colombia. Él fue secuestrado por la guerrilla junto a su familia en el 2006, tenía 26 ó 27 años. ¿La razón? por negarse a pagar ‘vacuna’ (cuota semanal o mensual) de 100 mil pesos ($160). Carlos huyó por toda Colombia hasta que decidió ingresar a Panamá, donde llegó en lancha rápida luego de 16 horas desde Buenaventura -se hizo parada en Juradó- (Colombia) hasta que finalmente llegó al Mercado del Marisco de Panamá.

Costo del viaje

El viaje en lancha le costó 500 dólares más los gastos de hotel en Juradó, donde se quedó una semana esperando a que se llenara la lancha. En Buenaventura hizo los contactos del viaje, allí no solo llegan los colombianos que van a Panamá, están los cubanos y gente de otras nacionalidades. Los lancheros te ofrecen los ‘tours’, recogen su mercancía (las personas), allí se embarcan hasta Juradó o Bahía Solano. Carlos se encontró con 20 cubanos (hombre, mujeres y niños). En Juradó se hospedó con ellos, en uno de los dos hoteles. El costo de pasaje para los cubanos es de $1000, por persona. De Juradó, salió a las 5:00 p.m. y amaneció en Garachiné, Darién. Allí tienen sus caletas o islotes donde descansan y vuelven a salir a las 4:00 a.m. para Panamá, pero no es hasta las 9:00 p.m. que van llegando a la ciudad. El paso más duro de esta travesía es en el Canalón ya cerca a Panamá, porque se encuentran las corrientes marinas, por lo que las olas son muy grandes.

Con suerte, los lancheros los dejan en Veracruz, Bique, Chepo, pero es muy peligroso. “A mí me dejaron en el Mercado del Marisco, el lanchero pagó $30 para que le cuidaran la lancha y se fue a descansar a un hotel cercano”. Los lancheros pasan inadvertidos como pescadores. Si deben recoger ilegales que tienen problemas en Panamá, les cobran hasta $150 por bajarlos. La lancha de un pescador es de un motor, pero la de los colombianos es de dos.

En toda la travesía no vieron una sola patrullera, lo que sí divisaron en diversas ocasiones fue el avión fantasma de los Estados Unidos, pero para no ser detectados se apaga el motor y agachan las cabezas. Carlos se bajó con 26 dólares en el bolsillo. Él admite que tuvo suerte, al igual que Mónica en la historia de ayer, pues muchos pierden la vida en la búsqueda de un mejor mañana.

 
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