La pasión por el arte viene de familia. En una silla reclinada hacia la pared, Blanca Conquista, una tejedora de canastas hechas a base de chunga, trata de completar su misión: terminar la artesanía.
En su tranquila casa, en el barrio Emberá Purú en San Miguelito, al igual que innumerables nativas de Yaviza en Darién, seleccionan cada hebra de noguala y chunga para unirla con la colorida pieza que tiene en sus manos.
Pero esta tarea no es fácil, porque la materia prima la traen de Darién. La que no le manda su madre, debe comprarla y el precio depende del color y del tamaño del mazo.
Como cuenta Blanca, pasan varios meses para terminar de tejer una intrincada expresión de su cultura, que a su juicio, son los extranjeros quienes la valoran, por eso las puede vender a buen precio en el mercado.
Esto le da la oportunidad de estar en casa y estar pendiente de su familia y, de paso, ganarse la vida.
Hoy Blanca tiene 40 años, ella aprendió cuando tenía unos 9 años, se lo enseñó una tía. Aunque estas tradiciones se pasan de una generación a otra (Emberá Wounaan), todavía a su hija no le ha enseñado.
Lo más difícil es aprender a dar cada puntada que coincida con los colores, y el motivo que se va apareciendo en la cesta tradicional.
Las gruesas agujas hacen que la tarea sea de mucha dedicación.
DEDICACION
Lo complicado es hacer un diseño diferente del otro en cada tamaño, pero al final lo logra.
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