Eran las 11:30 p.m. y estaba empezando a coger el sueño cuando me llama al celular mi papá para decirme que se había quedado por fuera de la casa, pues olvidó llevarse su llave.

Como estaba en Arraiján, en casa de mi hermana, me puse furiosa, pues aunque le dimos la opción de que se fuera a casa de una tía, no accedió.

Tomé mi auto y cogí vuelo hacia San Miguelito, así en pijamas, chancletas y despeinada. ¡Qué suerte que no me pararon en el retén del Centenario!

Media hora después ya estaba entrando a mi calle, allí estaba mi papá, cabizbajo, sentado en una esquina de la tienda (debo admitir que el corazón se me ablandó al verlo así, pero seguía enojada, porque me había hecho viajar hasta allá y a esa hora).

"Te amo", me dijo al subir al carro, con aspecto de niño regañado y sentándose en el puesto trasero.

Entramos a casa y sin mediar palabras me fui a mi habitación.

Antes de acostarse se dirigió a mí y me dijo: "Hasta mañana bebé, te quiero". El silencio volvió a ser mi respuesta...

El incidente ya se olvidó, sin embargo, algo quedó pendiente: Yo también te amo papá, hasta mañana...