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¿DEPRESIÓN O APENDICITIS AGUDA?


Gaspar Aramis Da Costa Foster - Doctor

Tengo 27 años y fui a atenderme por un cuadro depresivo a un centro de salud. Me dieron un antidepresivo y un medicamento para dormir. Al día siguiente, en la mañana me dieron náuseas y vómitos, luego en la noche un dolor intenso en el costado del abdomen, que me hacía doblarme. Llamé a mi médico y me dijo que era poco probable que fuesen los medicamentos para la depresión, a pesar de que entre sus efectos secundarios había leído que estaban las náuseas y los vómitos. Me preguntó si había desayunado, y le dije que sí; y si tenía fiebre, y le dije que no. Me dijo que si seguía con los síntomas fuera al cuarto de urgencias. Como no mejoraba al paso de una hora después de la llamada fui al hospital y allí me pusieron una venoclisis para hidratarme y me tomaron exámenes. Al final terminé en el salón de operaciones por una apendicitis aguda. ¿Un antidepresivo o un medicamento para dormir pueden causar una apendicitis?

La respuesta simple es no. A veces dos hechos que suceden uno después del otro no tienen relación causal, sino casual. Es cierto, los antidepresivos de nueva generación, inhibidores de la recaptura de serotonina pueden ocasionar náuseas y vómitos, pero no se espera que sean en igual intensidad que la que se presenta en un cuadro abdominal agudo. Ni esos fármacos ni los medicamentos para dormir ocasionan una apendicitis.

El mecanismo exacto por el cual se presenta la apendicitis aguda no es del todo conocido, pero se ha demostrado que existe en su inicio una obstrucción en el llamado lumen apendicular, es decir, en el hueco del tubo, generalmente provocada por restos de heces que forman una especie de piedra (por ello reciben el nombre fecalitos). El apéndice es un tubo parecido a un gusano que mide 1.5 centímetros de diámetro y tiene una longitud que oscila entre los 10 y 15 cm; se encuentra ubicado al inicio del colon o intestino grueso, exactamente al fondo del abdomen en la región llamada fosa ilíaca derecha (cuadrante inferior derecho del abdomen). Este se inflama, con el tiempo se llena de pus, luego se pudre y se perfora con el paso de las horas. Si no se opera a tiempo se puede tapar la perforación y se forma un plastrón apendicular o una inflamación de todo el abdomen o peritonitis aguda que puede poner incluso la vida de la persona en peligro. La apendicitis aguda es la causa más común de abdomen agudo quirúrgico en occidente, tanto es así que un 7% de la población podría presentarla en algún momento de su vida, afectando a un amplio rango de edad, preferentemente entre la 2.ª y 3.ª década de la vida con una incidencia levemente mayor en el sexo masculino. En tu caso es curiosa la asociación casual de los hechos. A pesar de eso, los síntomas que presentaste en su mayoría son clásicos. El cuadro clínico de una apendicitis aguda suele instaurarse en pocas horas. La secuencia clásica de los síntomas es la siguiente: 1.º dolor abdominal en epigastrio (alrededor del ombligo); 2.º náuseas, vómitos; (como en tu caso); 3.º cambio del dolor hacia fosa ilíaca derecha (probablemente por eso te doblabas de dolor) y aparición de dolor exquisito a la presión profunda; 4.º fiebre 38.3-39.4ºC; 5.º leucocitosis (10000-20000/dL). Cuando el orden de aparición de estos síntomas es diferente debe reconsiderarse el diagnóstico. Otro detalle interesante es que se le quita el apetito a la persona, que no ocurrió en tu caso, tal vez por eso te hidrataron un poco para descartar otros cuadros no quirúrgicos.

Por otro lado, es larga la lista de diagnóstico diferencial; entre los que destacan gastroenteritis aguda, colecistitis aguda, pielonefritis, linfadenitis mesentérica, diverticulitis de Meckel y litiasis ureteral, principalmente en mujeres se le debe agregar la salpingitis, absceso tubo-ovárico, rotura de folículo ovárico, torsión de quiste ovárico y la rotura de un embarazo ectópico.

El dolor es el síntoma más constante en una apendicitis aguda. En forma característica, el dolor aparece por la noche (no fue tu caso), en general alrededor del ombligo; otras veces es difuso en todo el abdomen o, con menor frecuencia, se localiza directamente en la fosa ilíaca derecha. Es un dolor continuo, de intensidad moderada, que aumenta con la tos, los movimientos respiratorios o la deambulación y no cede tras el vómito. Puede tener exacerbaciones cólicas y obliga a guardar cama. A las pocas horas se localiza definitivamente en la fosa ilíaca derecha y en algunos pocos casos puede presentar irradiación testicular. El origen del dolor es la distensión de la luz del apéndice. Una mejoría brusca del dolor suele indicar perforación del órgano. Para que se de esto último se requieren varias horas. Existen hallazgos al examen físico clásico, probablemente por eso rápidamente te llevaron al salón de operaciones. La clave fue acudir al cuarto de urgencias prontamente, ante síntomas de aumento de intensidad creciente y que no se podían asociar a los medicamentos que estabas tomando.

Mientras más pronto se haga la cirugía, menos complicaciones se espera que tenga. En algunos casos, aún con un cuadro clínico y hallazgos de laboratorio que apuntan hacia una apendicitis aguda, al hacer la cirugía el apéndice no está inflamado, este no es un error médico, sino esperado porcentualmente. Es mejor hacer una cirugía con un apéndice sano que no sacar un apéndice inflamado y permitir que se perfore y el paciente se complique pasando semanas en un postoperatorio difícil por esa causa.

El reconocer la existencia de este cuadro clínico ayuda a que se busque atención médica oportuna en cuadros similares, (dolores abdominales agudos).

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