Los más débiles se han contagiado, por supuesto, los niños. Esos pequeños, que en su inocencia son fáciles de manipular.

Pero esta epidemia no es venenosa. Tampoco hace daño. Todo lo contrario, es fascinante, alegra el alma, hace volar la imaginación, sueñan con ser estrellas. Se ven en unos años, jugando en esos grandes estadios, llenos a reventar, donde la presión es intensa.

A través de la pantalla, los estudiantes de la escuela República Federativa de Brasil, ven el reflejo de un futuro imaginario. El Mundial los hace pensar en grande.

Y no es para menos, la emoción que han dejado estos partidos del Mundial la han vivido minuto a minuto. Prueba de ello, fue el último triunfo de Brasil el jueves pasado ante Japón.

Se empujaban unos a otros, todos querían estar cerca de la pantalla. Por supuesto, como cualquier niño, buscaban la manera de quedar en primer plano al ver la cámara fotográfica.

Hasta había una bandera brasileña que ondeaban de un lado a otro. Otros dos, lucían una camiseta de Brasil. Y a la hora de los goles... ¡qué festejo! Gritos y saltos. Casi tumban la pantalla. Un verdadero carnaval, sólo faltaba el agua.

Ellos disfrutan de los partidos, cuando haya disponibilidad, sin interrumpir clases y con el visto bueno de la dirección. Sus maestras están pendientes de que la situación no se salga de control, aunque a la hora del gol esto es inevitable.

Es por eso que no importa el lugar, la hora, ni el día, mucho menos la edad: el Mundial es el Mundial y estos pequeños panameños también lo disfrutan, sobre todo apoyando al país que con su nombre distingue a su escuela. El martes, cuando juegue la selección "canarinha", no serán la excepción y adelantaron que los estudiantes irán vestidos de amarillo.