No sé que vino a hacer a Panamá la noche del lunes el técnico Alexandre Guimaraes, si de inmediato tomó vuelo para su querida Costa Rica.
Para los que no lo sabían, el timonel ni siquiera salió del Aeropuerto Internacional de Tocumen, sino que apenas pisó por algunos minutos el área de salida, imagino que con la idea de que el pueblo panameño dijera después: "Guimaraes vino a Panamá a dar la cara".
No sé a quién quiere engañar, porque su proceder me hace pensar que se moría por irse para su adoptada nación y que los extraños cambios los hizo con todas las intenciones de esfumarse de Panamá.
¿Es que acaso le prometió a su hijo Celso Borges este regalo, después de que una vez ya lo venció? ¿O es que tenía miedo de que Panamá clasificara y después lo tuviera que volver a enfrentar en la próxima ronda eliminatoria?
Por si no lo recuerdan, padre e hijo se enfrentaron en este tiempo una vez, cuando el seleccionador brasileño nacionalizado costarricense eliminó a Costa Rica en el Preolímpico el pasado 6 de diciembre en San José, en un partido que se extendió a penales y donde el arquero Gilmar Torres le detuvo el disparo precisamente al "hijo de papá", que a la postre significó la derrota de los "ticos" en la última ronda de la eliminatoria sub-23.
Lo cierto es que tanto Costa Rica, como Haití, Surinam y El Salvador se enfrentarán en la nueva fase y, aunque muchos digan que sí y otros que no, ya se habla de que Guimaraes pretende dirigir allá. Aunque si hacemos memoria, el técnico no salió bien visto la última vez y no sé si sean tan masoquistas de volverlo a contratar.