Dios le puso un destino, una misión. Ella tenía el deseo de trabajar atendiendo y ayudando niños, pero su labor ha sido a beneficio de los ancianos. Hoy en día, Olivia Rangers de Ford, de 60 años, cuenta ya con 13 satisfactorios años de trabajar atendiendo ancianos en el Hogar Santa Luisa, en Puerto Pilón, Colón.
Doña Olivia contó que al morir su esposo y su madre, ella no tenía nada que hacer en su casa. Acudió al asilo antes mencionado a pedir empleo, sin pensar si le pagaban o no. Tres meses después, la llamaron para laborar asistiendo a los adultos mayores.
El dinero que le pagan es lo de menos, se siente orgullosa de hacer algo útil y hasta ahora su experiencia la llena de energías para seguir adelante.
Su trabajo no es fácil, pero pone su corazón y su mente en Dios para realizar bien las cosas. Le gusta lo que hace, por eso se mantiene. Piensa que los ancianos son gente abandonada por su familia y que necesitan una atención única, para la cual ella está preparada.
Aunque añade que el trabajo no es fácil, requiere de mucha paciencia, pero no se vence. Ha aprendido bastante a tratar diversas enfermedades que algunos ancianos han padecido y hasta un curso de primeros auxilios recibió.
Señaló que "el amor es lo primero, sin eso no hubiese estado aquí y el cariño que siento por mí misma, puedo transmitirlo a los demás y eso es lo que ellos necesitan".
Olivia tuvo que atender a su madre, padre y esposo hasta cuando les tocó ir al cielo. Viendo a cada uno de esos ancianos, recuerda a sus familiares y Cristo toca las puertas de su corazón para que las abra a ellos.
Ella es la que más años tiene laborando en el hogar. A veces piensa en viajar a Estados Unidos para visitar a sus familiares, sobre todo un hijo suyo que está en Norteamérica. Pero no se atreve a dejar solos a sus padres, como califica a los ancianos que atiende. Quizás cuando se jubile realizará el viaje.
|