La espinita

Redacción | DIAaDIA

Cada vez que pienso en mi papel como madre, una espinita me pulla el corazón. No tan fuerte como para matarme, pero sí lo suficiente como para mortificarme. Supongo que a todas las que trabajamos nos ocurre algo similar, sobre todo, si los propios hijos nos dicen: "¡tú nunca tienes tiempo para mí... todo es el trabajo!".

No es lo mismo laborar en una oficina, con un horario de 8: 00a.m. a 5: 00p.m., que hacerlo en turnos rotativos o, peor aún, sin horario establecido.

Ese es el caso de doctoras, enfermeras, correctoras o periodistas.

Cuando se les pregunta a los psicólogos o psiquiatras la fórmula mágica para hacer de nuestros hijos adolescentes unos hombres y mujeres de bien en el futuro, invariablemente se refieren al tiempo que hay que dedicarles. Y yo, también invariablemente, me pregunto: ¡Dios mío!... ¿qué hago?, si sólo los veo en las mañanas cuando les doy el beso para irse a la escuela, y cuando llego en la noche, ya están dormidos. Los beso, pero ni cuenta se dan. Y allí la espinita aprovecha para pullar, insistentemente, el corazón.

Sé que muchas de ustedes, madres profesionales, saben muy bien a lo que me refiero. Por eso, creo que lo mejor es no dejarse vencer por la espinita. Hacerle jugarretas a la vida es lo mejor. ¿Cómo? No es fácil, pero sí posible.

Cuando hay un día libre, no lo desperdicien en sólo estudiar con sus hijos, en exigirles un 5 de todas maneras. No, eso no es lo más importante. Además, todas sabemos que eso incluye discutir, ponerse de mal humor y sermonear. Usen gran parte del día en conversar, pasear, ir a tomar un helado, oír música juntos y bailar, ir a las actividades deportivas, o simplemente sentarse en el portal a sentir la brisa pasar... ¡pero juntos! ¡Olvídense de los oficios domésticos, eso puede esperar! El tiempo con los hijos, no. Abrácenlos, bésenlos, echen una peleíta con ellos, pero al final del día, vuelvan a besarlos... ¡y olvídense de la espinita!

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