Un amigo muy cercano me comentó la siguiente historia y se las quiero compartir:

En cierta ocasión un barbero, de estos que disfruta conversar mientras realiza su oficio, le comentaba a su cliente mientras le arreglaba las patillas: “Yo pienso que Dios no existe. Al ver la extrema pobreza que hay en el mundo, la violencia, la maldad, las enfermedades y las guerras, he llegado a la conclusión de que si Dios existiera no habrían semejantes cosas”. Su cliente de manera rápida le respondió: “Y yo, he llegado a la conclusión de que los barberos no existen”. “¿Por qué dice eso?”, le respondió el barbero, a lo que su cliente respondió: “Porque de existir los barberos no habrían tantas personas moñudas y desarregladas en el mundo”. “Ah”, dijo el barbero, “lo que pasa es que ellos no se han acercado a mí”.

Tal vez usted, como este barbero, se siente decepcionado, frustrado y desesperanzado. Sin embargo, hay algo sobre el carácter de Dios que nuestra mente no es capaz de comprender: Dios nos ama con amor eterno. Su amor por nosotros es un amor maravilloso, indescriptible, terco, permanente, sublime, alto, profundo. Es un amor sobrenatural que no puede ser comprendido por la estructura lógica del ser humano. Dios sabe perfectamente que su amor no puede ser entendido por los seres que él ama. Nuestra idea del amor es muy corta, muy vaga, muy ambigua, muy etérea. Así que Dios nos muestra su amor a través de algo que podemos comprender: Un acto de amor, una imagen que nos habla y nos enseña lo que el verdadero amor es capaz de hacer: Dios se acercó a nosotros. Se hizo hombre. Siendo Dios, tomó forma de siervo para luego morir en una cruz. ¿Por qué murió si yo no se lo pedí?, pensarán muchos. Tal vez al leer estas líneas lo único que Dios desea que entiendas de la cruz es que es la imagen pura de su amor. Si Dios entregó a su propio hijo por amor a ti, ¿qué no haría hoy por ti? Vale la pena acercarte a quien te ama como nadie nunca te ha amado.