Un cañón

Eduardo Soto | Director, DIAaDIA

Bazucas de PVC... La sola mención del artefacto me tranca la garganta.

Debo confesar que lo primero que me sacudió fue algo muy cercano a la admiración, pues al fin nuestros universitarios revelan algún vestigio de genio creativo y demuestran que sus cabezas sirven para algo más que para ocultárselas con pasamontañas.

A esta altura del análisis, no importa que desde el punto de vista ético y estético, el adminículo sea monstruoso. Ya es un milagro que los muchachos piensen.

Después, lo que me invadió fue una oleada de miedo. "Esa vaina mata", pensé. No habría que ser un gran analista político o militar para hacer la suma: policía con escopeta + revólver + muchacho loco en la acera + bazuca + cohetes de la negra vieja + los dos bandos hartos > reguero de sangre panameña por pura necedad.

Concluí que a Martín se le estaba escapando la situación de las manos.

Al pasar las horas dejé de creer en el ingenio universitario y me imaginé que tal vez el diseño del curioso cañón casero tenía plaquita de fabricación extranjera: Colombia. Brasil. Venezuela. Cuba...

¿Será que alguien de afuera controla los hilos de estos títeres parlanchines?

Lo cierto es que hasta ahora de ningún otro país me han llegado reportes sobre la famosa bazuca de PVC (¡garganta hecha un nudo otra vez!), aunque en Internet hay un comentario que habla de algo parecido, que se usa para los juegos de artificio en Año Nuevo en un pueblito catalán.

Dejé para el final el hecho curioso y hasta fastidioso de que la dichosa ocurrencia sirva para la muerte y no para la vida.

Soy un creyente de que la Universidad, más que un centro de enseñanza, es un faro para iluminar derroteros, un sitio de creación para el progreso y no un refugio de maleantes que usan los conocimientos para trancar gargantas y derramar las gotas de la paciencia popular.

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