Si algo debe tener el ser humano es la sinceridad, pero como siempre digo hay una delgada línea que divide la verdad y la crueldad, todo depende de la manera y la intención con la que se digan las cosas.
Por otra parte, es cierto que hay que aceptar la realidad de las cosas como por ejemplo el hecho de que las alitas, hígados, mollejas, chorizos, tamales, wantones, patacones, ahhh, mejor no sigo, nos jueguen la pacheca y nos hacen subir de peso.
Pero el hecho de que las personas sepan el cambio que tienen que hacer no quiere decir que otras personas malintencionadas se crean con el derecho de emitir juicios pasados de la raya para sacar gracia y humillar a otros.
Ejemplo de ello fue una escena en donde una señora que estaba rellenita y se encuentra con un hombre (nada parecido) le dice desde un carro en marcha que está irreconocible y si seguía así iba a rodar. La señora que estaba con una niña en sus brazos miró al hombre y visiblemente ruborizada lo saluda y le explica que después del parto no ha podido bajar de peso. El hombre detiene el auto y sigue recordándole a la dama lo obesa que está. Las personas que caminan a su alrededor no sabían si mirar al patán o consolar a la joven que me imagino que para no ser grosera seguía hablando con él tratando inútilmente de que el hombre cambiara el tema.
Al igual que esa escena mencionada, sé que muchas mujeres se pueden identificar con esta posición, que es sumamente desagradable. Al leer esto, muchos pensarán que no me gusta que me digan la verdad, pero al contrario, como dice mi comadre, mientras más claridad más amistad, pero hay maneras de hacerlo sin necesidad de exhibir a las personas.
Hay quienes se sienten bien consigo mismas y no les importa lo que digan los demás, pero hay otros que tratan de cambiar y recordándoles su condición lo que se hace es empeorar las cosas.
Así que chicos y chicas, sean más precavidos al momentos de decir las cosas recuerden que no todos tendrán la misma reacción.
