Ahora están felices, alejados de los vicios. (Foto: NAYELI WILLIAMS)
Nayeli Williams
| DIAaDIA
Pasaron por adversidades y ahora son felices. ¿Quién iba a pensar que después de conocerse en situaciones tan inusuales el amor les iba a tocar a la puerta de su corazón. DÍAaDÍA les comparte esta historia, en el marco del Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y Tráfico Ilícito de Drogas, que se celebró ayer.
Para Armando y Carmen llegar a este punto de sus vidas no fue nada de fácil, pues antes estuvieron sumidos por muchos años en el flagelo de las drogas, que llegaron a ser indigentes.
COMIENZO DE LA ADICCION
Por un lado de la historia está Armando Góndola, quien desde los 14 años empezó a consumir marihuana por la presión de sus amigos, luego empezó su dependencia a la cocaína, bazuco y piedra. Durante 25 años, este hombre estuvo sumido en fuertes adicciones, al punto de caer varias veces en prisión y viviendo en calles de diversos sitios del país. Aseguró que hubo ocasiones en las que un cartón hacía de cama, que se le mojaba y no tenía donde descansar.
Gracias a algunos miembros del Municipio de Panamá, actualmente lleva 10 meses lejos de las tentaciones y está feliz, pues se reencontró consigo mismo.
DIOS LOS UNIO
Entre tanto, Carmen Denis expresó que conoció a Armando desde que estaban adictos a las drogas. Al igual que su pareja, ella permaneció más de 20 años en el mundo de las drogas y siendo indigente, pero su relación se dio después, cuando ambos estaban libres de los alucinógenos. Denis ya era una sierva de Dios y Armando estaba en rehabilitación en la Fundación Remar. Poco a poco, hicieron una bella amistad, oraban juntos, ambos se orientaban hasta que se dieron cuenta que eran el uno para el otro. Ahora esperan el momento preciso para casarse y crear un nuevo episodio en sus vidas.
NO ES FACIL
Guillermo López, presidente de la Fundación Remar, expresó que, cuando la persona entra a rehabilitación, pasa por un proceso de observación, en el que, poco a poco, van desintoxicándose, luego sigue la segunda fase en la cual empiezan a salir y a tener contacto con la sociedad (en este caso, ellos pueden vender productos como Clórox o bolsas de basura). En este paso, ellos son vigilados por otros para evitar que utilicen el dinero para otras cosas, pero no al punto en que la personas se sientan asfixiadas. En la tercera fase, ya tienen la oportunidad de saber si siguen en la entidad o con una nueva vida.