Pasado mañana haré público en Exedra Books un libro al que le falta un cuento. Pocos, hasta hoy, conocen esta historia. La versión original de la obra, que obtuvo el premio José María Sánchez en el 2003, contenía seis narraciones fantásticas, y una de ellas trataba sobre unas mujeres desafortunadas, a quienes asesinaron de la peor forma, y cuyos cadáveres eran hallados en varios puntos de una ciudad imaginaria.
Sin embargo, a la hora de la hora, tuve que entregar sin ese relato el manuscrito de "Cuentos nada más" (así se llama el libro que sale a la luz pasado mañana) porque, sin que nadie en casa pueda decirme qué pasó, la narración de las mujeres muertas se extravió.
Primero empezó perdiéndose en el disco duro de la computadora. Ahí tenía datos sueltos, perfiles de personajes, anotaciones libres sobre las características de un asesino en serie, y hasta documentos confidenciales que en algún momento me dio el psiquiatra forense José Kaled, quien es un estudioso del tema del asesinato compulsivo.
Volví a escribir el cuento, y lo imprimí para evitar desasosiegos. Tal vez los lectores no lo sepan, pero empezar de cero una historia de esas, cuando ya estaba casi terminada, es un tormento. Uno trata de encontrar otra vez las palabras exactas, las imágenes usadas; intenta recordar el tono en que se pintó tal o cual episodio importante. Pero nunca es igual, alguna pieza queda floja, y el cuento empieza a sonar como carcacha vieja.
La solución es borrar todo, con el consiguiente dolor de cabeza, y hacerlo con una música y una letra nueva.
Así hice, pero el cuento otra vez escrito también se descaminó. No encontré nunca las hojas impresas. Digo yo que se salían del maletín. De nada sirvieron los tres o cuatro disquetes adicionales donde salvé el relato. Ni el cuaderno de escuela en el que lo escribí a mano. Una y otra vez el cuento se esfumó sin explicación alguna, y me dejó con un miedo revoltoso en el cielo de la boca, que me obligó a darme por vencido, y a dejarlo de lado para siempre.
Tal vez fue mejor así. Porque las semejanzas con lo que está pasando estos últimos días en Panamá son demasiadas, y a lo mejor la Policía hubiese pensado (si alguno de ellos se leía el libro) que algo tenía yo que ver con estas muertes. Y se iban a aparecer en Exedra el miércoles, pistola y cadenas en mano, para llevarme preso.
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