El panameño es especial, de eso no hay duda. Panamá no está en el Mundial de Fútbol y, por muchas esperanzas que tengamos para el 2014, llegar es prácticamente una quimera.
Sin embargo, los buhoneros de Calidonia y la Central, igual que los de los semáforos, han hecho su agosto en junio y julio.
Nosotros, cholitos, chombitos, criollitos, zambitos o chirres, nos hemos abocado a "competir" a ver quiénes tienen más banderas de Argentina, México, Brasil, Alemania, España, Portugal en los carros.
Y no contentos con esto, en las oficinas predominan balones inflables de fútbol, que guindan de los cielorrasos cual globos de fiesta de cumpleaños; banderitas en las computadoras, afiches en ventanas y puertas, "manitos" en parabrisas, así como swéteres de las selecciones que participan en la fiesta mundial.
Yo no puedo ni siquiera imaginar qué pasará con los panameños el día que este paisito nuestro llegue a clasificar para un Mundial.
Ya me parece ver las casas de los barrios pintadas de rojo, los autos cada uno con la bandera más grande, las oficinas y colegios vacíos, porque todo el mundo se coge el día que juega Panamá; las pantallas gigantes en cada plaza de la ciudad y en cada edificio de la vía España; los periódicos lanzando vespertinos, matutinos, "mediodiaínos"... qué sé yo. Mi imaginación se queda corta. A juzgar por cómo vivimos esta fiesta donde no nos han invitado, el día que estemos en ella seremos como aquel que nunca ha tenido y llega a tener, que loco se quiere volver.