Está al borde de la muerte y nadie la ayuda. La fiebre reumática que padece Carmelita Duarte Camaño, de 37 años, le ha inmovilizado su mano izquierda y le ha desfigurado el rostro.
Se le dificulta caminar por el dolor y la hinchazón en sus rodillas. Cuando empezó a padecer este mal, hace 9 años, un doctor de un centro médico de Chilibre le dijo que iba a morir porque no tenía cura y debía atenderse con especialistas en el Hospital Santo Tomás, pero por falta de recursos no pudo hacerlo.
Después de eso regresó a su pueblo en Palo Verde, distrito de Ñurú, comunidad a unas tres horas de Santiago, Veraguas.
Las recaídas han deteriorado su estado de salud.
Cuando le dan las crisis, no puede valerse por sí misma. Sus hijos tienen que atenderla. Su cama son varias tablas con un pedazo de "foam" carcomido, cartón y sábanas viejas.
Su casa es de barro y no la protege del clima. Cuando hace mucha calor o mucho frío, le dan fuertes dolores en los huesos. Vive sin luz, y para alimentarse depende de lo que cosecha su hijo y esposo. Hay veces en que se queda todo un día sin comer.
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