Toda una vida de lucha y pasión por su familia. Rubén Darío Santana es un hombre que nació para trabajar y cosechar buenos frutos en su vida, por eso, cuando vio la situación dura y que no conseguía trabajo, empezó a averiguar los requisitos para poner un puesto de venta de cualquier comestible, dónde ubicarlo y, por último, qué vendería.
Al cabo de uno meses halló respuesta a todas sus preguntas y empezó su aventura empresarial, de la cual, hasta la fecha, se siente orgulloso. Nos cuenta Rubén que inició con un "puestito humilde" de venta de maíz, en la orilla de Ciudad Bolívar, frente a la carretera Transístmica, que conduce a Colón.
Vio que la venta era baja y empezó a preguntarle a sus propios clientes el porqué, ellos le comunicaron que el problema es que el panameño común no tiene máquina de moler en su casa para trabajar el maíz, así que prefiere comprar el sintético del súper, que ya viene molido.
Ni corto ni perezoso empezó a ahorrar para comprar una máquina de moler maíz, y sus ventas subieron por las nubes. Luego empezó a expandir su negocio, comprando más vegetales, hacer torrejitas de maíz molido por él mismo y vender agua de caña.
Su kiosco tiene clientela de todos lados, ya que lo visualizan en la carretera y se toman un tiempo para probar una de sus delicias o comprar verduras y frutas a bajos precios. Arguyó que el nombre de su puesto es "Vuvencito", que para él significa primogénito.
Rubén vende piña, plátano, masa molida de maíz, jugo de caña, botella de miel, pastelito de maíz, mamón, marañón, papaya, guineo patriota, naranja, chayote, limón, gengibre, ñame, cebolla, zapallo, raspadura y pipa, todo a menos de 2 dólares... lo que es simplemente magnífico.
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