Su bondad nos dejó atónitos. Estaba en primer año en la Universidad de Panamá cuando junto a un grupo de amigos quedamos atrapados en esta casa de estudios superiores por una protesta estudiantil que duró horas.

Ya eran pasadas las 4:00 p.m. cuando cansados, con hambre y luego de "tragar gas" logramos salir de la "U" para ir a nuestras casas.

Esperábamos un bus, cuando una viejita vestida de harapos pasó a nuestro lado. "Bendiciones", le dijo uno de mis amigos. Los ojos de la anciana se iluminaron, inexplicablemente empezó a sollozar, abrazó y llenó de besos a mi amigo, quien le correspondió, a él también se le salieron las lágrimas. Fue un momento inolvidable, casi mágico...

Mayor aún fue nuestra sorpresa cuando de uno de los tanques que llevaba consigo, la anciana sacó un pedazo de pan y lo repartió entre nosotros; a pesar que en un principio nos negamos a aceptarlo, pues seguramente era lo único que tenía para comer... lo recibimos, mientas las lágrimas corrían, esta vez, por nuestras mejillas.

Nunca más la volvimos a ver, pero su acción de bondad quedó plasmada en mi mente para siempre.