Un joven ya no daba más con sus problemas. Cayó de rodillas, rezando, "Señor, no puedo seguir. Mi cruz es demasiado pesada".
El señor, como siempre, acudió y le contestó, "Hijo mío, si no puedes llevar el peso de tu cruz, guárdala dentro de esa habitación. Después, abre esa otra puerta y escoge la cruz que tú quieras".
El joven suspiró aliviado. "Gracias, Señor" dijo, e hizo lo que le había dicho. Al entrar, vio muchas cruces, algunas tan grandes que no les podía ver la parte de arriba. Después, vio una pequeña cruz apoyada en un extremo de la pared. "Señor", susurró, "quisiera esa que está allá". Y el Señor contestó, "Hijo mío, esa es la cruz que acabas de dejar".
Cuando los problemas de la vida nos parecen abrumadores, siempre es útil mirar a nuestro alrededor y ver las cosas con las que se enfrentan los demás. Verás que debes considerarte más afortunado de lo que te imaginas.
Cualquiera que sea tu cruz, cualquiera que sea tu dolor, siempre brillará el sol después de la lluvia.
Ahora es cuando. Panamá necesita de personas como tú, que fortalezcan los valores para formar en este terruño mejores personas.
A veces, nos quejamos de las cosas que ocurren en nuestra vida, pero cuando conocemos las situaciones por las que atraviesan otros ciudadanos, entonces reconocemos que estamos bendecidos por Dios y que tenemos mucho que hacer en nuestra vida, por nuestro prójimo y por esta hermosa tierra llamada: Panamá.
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