
Acariciar, besar, decir palabras y gestos cálidos ayudan a que el niño se sienta cómodo, seguro y amado en el ambiente donde se encuentra.
No se reprima ante las ganas de querer dar un beso, un abrazo o un mimo a su hijo. Ese vínculo que se genera con el niño en ese preciso instante, desarrolla su seguridad, confianza en sí mismo y el sentirse amado y protegido. Las sonrisas, miradas, palabras y lenguaje corporal que le ofrezca enriquecerán mucho la formación de la personalidad del pequeño.
Desde bebés, los niños buscan el contacto físico con la madre; si el niño no ve respuesta por parte de la misma, puede lograr inhibirse. Los bebés son muy sensibles a la voz y el tacto, teniendo este último más desarrollado y surgiendo a través de él las primeras emociones.
Algunos padres de familia piensan que ser muy cariñosos y afectivos con un hijo varón lo convierte en un consentido, malcriado o amanerado. Los varoncitos necesitan recibir de sus padres muestras de cariño, cuidado y atención de forma continua, diaria y estable. Es vital y su satisfacción contribuye a un adecuado desarrollo emocional sólido. Los problemas de malcriadez surgen después del primer año y no se deben precisamente a muestras de cariño frecuentes.