HOJA SUELTA
Desespero

Eduardo Soto | DIAaDIA

Crean cuando les digo que en Panamá escribir un libro no es la parte más difícil de la aventura creativa de un escritor. Lo más duro es venderlo.

Ustedes dirán que es porque al panameño común no le gusta leer, y porque cada vez que le sobran unos dólares prefiere mil veces gastarlo en un medio galón de seco y no en un montón de papel en el que se cuentan las fantasías de un inútil escritor sin mujer y sin amigos.

Pues no, el reto es otro. Lo difícil es convencer a un editor para que invierta en la publicación de tu obra, y luego al librero para que lo venda. En el medio del proceso está el dolor de cabeza de promocionarlo, porque para la gente del mercadeo y la publicidad es siempre más rentable vender licor, cigarrillos, y no una novela. Por supuesto que un libro de poemas para ellos es como la cruz para el vampiro.

Ahí está el montón de escritores que expusieron sus propios reales para pagar la edición de libros y luego se quedan con las obras encajetadas por los rincones de la casa, porque nadie les da una mano para ponerlos en las librerías ni anunciarlas en los medios de comunicación, tal como se hace con las zapatillas, las sardinas de lata o las toallas sanitarias.

Una vez un librero me dijo que lo que ocurre es que los escritores panameños son mediocres, y no producen nada bueno que se pueda vender.

Esa actitud me pareció una brutal injusticia. Algunos de ustedes dirán: "no se queje, el’ijo, eso le pasa a todos... para los comerciantes de este país, nada de la producción nacional sirve".

En la Feria Internacional del Libro, que fue un exitazo y terminó ayer, estuvieron sentados a la misma mesa editores, libreros y escritores. Ojalá hayan hecho otra cosa, además de insultarse y menospreciarse. Si no, el poeta entenderá que en las letras no hay mañana, y sólo queda un camino: el exilio.

Ciudad de Panamá 
Copyright © 1995-2006 DIAaDIA-EPASA. Todos los Derechos Reservados