Celebraron por adelantado y, al final, se lamentaron. Ellos salieron temprano de la universidad y de la escuela.
Juan Carlos se puso cómodo en casa, la número 2378, de calle 4ª, Río Abajo. Llegó su primo Carlos de la escuela, y junto a dos vecinos más, se pusieron en sintonía.
El objetivo era uno sólo: ver el partido de Argentina.
Pero no era que le iban a la selección albiceleste, sino que querían ver que ganara Alemania, porque todos le iban a Brasil. La única excepción era su abuelo, Raúl, que manifestó que apoya a los países del continente.
"¿Viste ese gol que hizo como mariposa?", decía Raúl en alusión al tanto anotado por el argentino Ayala. A esto, los muchachos le respondían: "Vas a ver que Alemania le va a ganar". Acto seguido, el de más edad en el grupo, contestaba con una sonrisa.
De pronto atacaba Alemania, todos estaban pendientes del juego. Cuando ya casi iban a gritar, hicieron gestos de lamento de forma simultánea. Ballack no pudo anotar. El señor Raúl sonreía: "le voy a Brasil, pero ahora mismo estoy con Argentina, soy americano, nada que ver con los europeos". De pronto salió de la casa. Sus nietos dijeron: "Ahora se va para no ver cuándo golea Alemania". Unos minutos después, regresó.
En cuestión de segundos, estos jóvenes corrieron a la parte de afuera de la casa, mientras Don Raúl los observaba tranquilo. Había anotado Alemania y ellos salieron a gritar el gol afuera.
La tensión fue grande. En tiempos extras, rogaban que Alemania anotara, pero no fue así. Los penales lo decidieron todo. Ese día, estos jóvenes quedaron contentos. Argentina fue eliminado, pero igual suerte corrió su equipo al día siguiente. ¡Brasil se fue a casa! Y América se quedó sin representantes en las semifinales.
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