Ésta es la carta de un hermano a otro en un día cercano al Día de la Madre. Querido hermano, ser mamá es una tarea complicada, pero los hijos, a pesar de ser mayores, la hacemos más difícil.
Piensa en esto: Ella nos enseña a sentirnos valiosos e inteligentes, y lo hace tan bien, que después nos creemos mucho más inteligentes que ella.
Todo lo que tiene nuestra madre es parcialmente nuestro, todo lo que tenemos los hijos es totalmente propio. Ella, como tal, nos debe perdonar aun las ofensas más graves. Nosotros, como hijos, la resentiremos y la juzgaremos durante años, aun por pequeñeces.
Los hijos podemos opinar con todo el derecho sobre lo que hace, deja de hacer o debería hacer, pero le exigimos con firmeza que respete nuestra privacidad.
Es común que tengamos al alcance de la mano la lista de lo que, a nuestro juicio, hizo mal o dejó de hacer por nosotros, pero pocas veces recordamos todo lo que nos dio.
Los defectos los heredamos de ella y las cualidades las tenemos a pesar de ella. Ella se quitó el pan de la boca para darnos la mejor educación posible y ahora nos sentimos más refinados que ella.
Queremos que nuestra madre sea una muy buena abuela, que esté pendiente de sus nietos, pero que no se meta con la educación de nuestros hijos.
Nos gusta que nuestra madre se sienta agradecida con nosotros porque decidimos, sin consultarle, lo que consideramos mejor para su vida. Agradecidos con mamá, en el Día de la Madre, de afán, le compramos una tarjeta barata, un regalo cómodo y la invitamos a comer nuestra comida favorita. Bueno, sé que todo lo anterior es cierto, pero no en mi caso.
P.D.: Por favor, no le muestres esta carta a mamá.
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