Me gusta conversar con los amigos de mis hijos. Es la forma más eficaz de saber en qué compañías andan y qué terreno pisan.
Mientras converso, los observo y los analizo.
Trato de meterme en esas cabecitas llenas de "pajaritos preña`os", mientras ruego a Dios que me dé sabiduría para aconsejarlos sin que sientan que los atosigo con sermones.
Hace unos días, uno de ellos llegó a mi casa y me dijo que estaba preocupado por un miembro de su familia. Trataba de convencerme de que su problema no era tal, y minimizaba cada detalle que me contaba, como para restar importancia a lo que realmente era importante. Le avergonzaba que yo supiera lo que sentía.
A medida que nos adentrábamos en la conversación, traté de explicarle que no era malo que él se preocupara por lo que le pasaba a su familiar.
En ese momento, aproveché para hablarle del equipo. Sí, de ese equipo que vive junto en un hogar. Ese "team" que es la familia.
Le decía que cuando un miembro de un equipo fallaba, el resto tenía que apoyarlo para fortalecer el grupo y lograr el objetivo de ganar un juego o un campeonato.
En el caso de la familia, es lo mismo. Cuando uno de sus miembros está en problemas, también lo está el resto del núcleo familiar, porque todos están preocupados. Le explicaba que para lograr que la familia salga robustecida después de un problema, es necesario que todos juntos sigan una misma dirección; que todos empujen la carreta para adelante, después de haberse puesto de acuerdo sobre lo que se quiere lograr. Así, todos ganan y se hacen más fuertes para enfrentar cualquier otra situación difícil.
El tema de la familia desembocó en el estudio. Y volvimos al equipo. Un hogar puede ser muy feliz, pero si uno de los hijos no quiere estudiar y está fracasado, sus padres y sus hermanos se angustian y viven con el temor de que en el futuro, ese hijo sufra las consecuencias de no haber seguido las reglas del hogar, y termine en malas compañías que lo lleven a la delincuencia y al sufrimiento.
El equipo cierra filas para ayudar al que se queda rezagado, pero mientras tanto, sufre y se desespera.
Es lo mismo que en el béisbol. Si el juego va tres a dos en el noveno episodio, con las bases llenas en el equipo contrario, el que va adelante no estará tranquilo hasta que caiga el tercer out.
Por eso jóvenes, ayuden al equipo de su hogar y luchen junto a sus padres y hermanos, para empujar hacia una misma dirección para lograr llegar a sus metas. ¡Es la única forma de triunfar!