Los ibéricos jugaron a su antojo, y se le hizo más fácil vencer a Alemania para avanzar a la final del Mundial que sus triunfos sobre Chile y Paraguay.
Arrolladores. Hay que entrar al terreno de juego, con humildad y respeto hacia el contendor. Si eres superior, no lo prediques a voz en cuello; por el contrario, que sean otras las voces que lo hagan público.
España entró a jugar, el día de su estreno, como si fuesen la última soda blanca en el desierto, y perdieron. Afortunadamente, le aplicaron el freno y el cambio de dirección a ese tipo de conducta, y, a pesar de que no llegaron a redondear escenas maravillosas, sacaron los resultados, y fueron abatiendo las murallas.
Ayer, se dio la mejor actuación ante el mejor rival, Alemania. Así, sí, España.
La Furia roja dio una cátedra magistral. Y unió a dos premisas, que los viejos en este deporte creemos que no deben estar separadas, jugar bonito y jugar bien.
Esta vez no fue Torres, como en la Eurocopa, ni fue Villa, como en los partidos precedentes. Fue un defensa, y ¡qué defensa!, Puyol, que ya les había mandado un anticipo, a los 13', cuando un disparo suyo se fue arriba del horizontal. La ausencia de Thomas Müller para abrirse camino, nadie pudo cubrirla.
A los 73', Puyol, al que nadie prestó atención, se fue arrimando para recoger el tiro de esquina, y le aplicó un soberbio golpe de cabeza, que fue el gol más impactante de todos porque lo empujaron casi cincuenta millones de españoles que ahora tienen, el domingo, "su" final.