No se deja. El talento y el ingenio de José Agudo lo han llevado a ganarse la vida por más de 20 años con un simple trabajo como raspadero.

Hace 20 años se vio obligado a abandonar la provincia de Veraguas, que le vio nacer, para buscar una mejor calidad de vida en la capital. Para este humilde hombre del campo, en una ciudad desconocida en donde no conocía a nadie, se le hizo difícil encontrar un empleo con el cual pudiera ganarse la vida. Un buen día, cuando caminaba por la ciudad, vio cómo los raspaderos eran sus propios jefes y a la vez se ganaban el sustento diario de sus hogares, fue así como alquiló una carretilla en B/3.00. diarios y empezó su faena de microempresario.

Al percatarse de que el trabajo no era nada difícil, decidió que no pagaría más alquiler y con una nevera vieja a la que le dio forma y le puso las llantas hizo su propio carrito para vender raspados.

Con las ganancias que ha obtenido usando este humilde carrito, construyó su casa y está educando a sus tres hijos, que son la luz de sus ojos y por los que ha trabajado tanto en la vida. Para este raspadero, el secreto de su éxito ha radicado en que sus productos son 100% naturales, los que prepara en un pequeño local que tiene ubicado en el Barrio Chino.

Sueña con tener, en un futuro, más carretillas de raspados para darles la oportunidad de un trabajo digno a otros panameños humildes.

Sus mejores clientes son los turistas que se pasean a diario por el Casco Antiguo del barrio de San Felipe, a los que no les duele pagar por lo que cueste el producto.

Pie Cuando llegó a la capital, tenía poco dinero.

Pie Los raspados de melón, coco y tamarindo son correteados por sus clientes.

Pie Su éxito radica en la calidad de sus productos.

Pie Los raspados se venden a 0.50 y a 0.75 con malteada.

REALIDAD

Su sueño es que las autoridades le permitan vender sus productos dentro de la Cinta Costera, porque antes vendía en la Avenida Balboa y ahora no lo puede hacer.