La mente humana graba todo: palabras, sonidos, olores, actos, sean positivos o negativos, y no importan las consecuencias.

Un científico quería probar qué tan cierto es esto, y en una cárcel buscó un voluntario que estuviera dispuesto a llegar "hasta las últimas consecuencias", y lo consiguió en un condenado a muerte.

La prueba consistía en dejarse cortar las venas de las manos y ver si dejaba de brotar por la coagulación. Si así ocurría, le perdonarían la vida, si no, moriría desangrado. El condenado aceptó, pues era preferible esa prueba que la silla eléctrica.

Así fue: cortaron la mano del hombre, pero nunca fue cierto que el corte fue en las venas. Fue superficial, pero él no lo sabía. Estaba en una cama alta y en el piso pusieron una vasija para recoger la supuesta sangre, que en realidad era el líquido de un frasco de suero, con una válvula que fueron cerrando mientras pasaba el tiempo para que el reo creyera que era su sangre que se acababa.

Cuando el científico cerró por completo la válvula, el hombre sufrió un paro cardíaco y murió, sin siquiera perder una gota de sangre.

El científico probó que la mente humana cumple al pie de la letra sus esquemas, sin evaluarlos, sin determinar qué es verdad y qué es mentira.

Este es un mensaje para que filtremos lo que nos envía nuestra mente, pues ella no distingue lo que es real y lo que es fantasía. "Quien piensa en fracasar, ya fracasó antes del intento".