Un pequeño riesgo de sublevación amenaza al estadounidense Lance Armstrong, que ayer llegó al pie de los Alpes en una cómoda posición en el Tour de Francia, incluso, sin vestir ya la malla oro.
Aunque Armstrong no dio señales de flaqueza hasta ahora, la decepcionante actuación de su equipo en el primer puerto de montaña de los Vosgos dio cuerpo a la tesis de una verdadera rebelión.
En sus seis primeras victorias, el texano se apoyó en un colectivo abnegado y sobre todo eficaz. El guión se repitió este año hasta que el líder del Discovery Channel se quedó solo en el puerto de Schlucht el sábado, aunque sin consecuencias.
En Grenoble, ayer, primer día de descanso del Tour, Armstrong tuvo tiempo para hacer cuentas. El balance de los nueve primeros días de carrera, con un fenomenal promedio de más de 46 km/h, le resulta muy favorable.
Desde el primer día en Noirmoutier estuvo impresionante, demostrando su superioridad en la breve contrarreloj en la que adelantó a Jan Ullrich, que había salido un minuto antes que él.
El éxito de su grupo en la contrarreloj por equipos de Blois lo confirmó. Pero Armstrong sabe mejor que nadie que queda mucho por hacer: "Por haber ganado seis Tours de Francia no voy a ganar el séptimo", repite.
DIFICIL
La elevada media de este Tour, al no haber tiempos muertos desde la salida, y la frecuente lluvia endurecieron la carrera.
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