La parada es su hogar
Su lavadora son sus manos; su tina, las calles, y su agua y jabón, las sucias corrientes que fluyen por las vías cuando llueve. (Foto: Demetrio Montenegro / EPASA)

Evidelia Velásquez | DIAaDIA

Llovía, el escenario estaba preparado para el primer acto. De pronto, un anciano se dispuso a lavar sus pantalones en el manantial que fluye de forma natural cada vez que llueve cerca de la parada.

"Juan Antonio Díaz", éste fue el nombre que nos dio cuando lo captamos con nuestro lente, mientras llevaba adelantada su tarea de lavado en el agua, que corría en los canales de un centro comercial de la localidad.

"Juan" no recuerda cuántos años tiene, presenta una enfermedad en la piel, además de una evidente pérdida de la visión, producto de un botellazo que recibió y que le hundió parte del cráneo en la parte frontal de la cabeza.

Este anciano no tiene características de una persona con problemas de adicción, pero sí da la impresión de tener alguna enfermedad mental, aunque es muy pasivo. Al conversar con él denota dulzura y siempre pregunta dónde queda la Calle Altamira, en San Miguelito, donde dice que hay un taller de tapicería de un Sr. Aníbal, que era quien lo ayudaba.

Éste es un indigente más que pulula solitario por las avenidas de esta gran ciudad, esperando que manos amigas le den un refugio, o que sus familiares se pongan las manos en el corazón y le den la protección que necesita.

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