Las fuerzas del comercio son inconmensurables e incontenibles. Llega hasta desbordar los marcos legales existentes y convertirse en contrabando y mercado negro.
La posición geográfica panameña es ideal para acortar distancias y ahorrar tiempo y dinero en el trasiego internacional de bienes. Gracias a ella, hasta en lo micro se perciben como cosa natural los negocios vinculados al sector servicios y a la actividad comercial, siendo perjudicados el agro y la industria. Si no, preguntémonos cuántos desempleados al decidirse por un negocio propio, piensan en abrir una pequeña fábrica y cuántos en comprar un taxi. La posición geográfica es la verdadera riqueza nacional.
El Canal de Panamá es sólo una herramienta que hace posible la explotación y el usufructo de la posición geográfica. Pero ocurre que por diversos intereses políticos y económicos, todos registrados en diversos documentos, el Canal en la práctica es una de las pocas herramientas hasta ahora desarrollada para tal fin.
Con estos datos, bien podemos decir que la historia panameña se ha caracterizado por la pugna entre dos visiones de país. Una dominante y la otra, no sólo dominada, sino hasta ocultada.
La primera nació con las ferias de Portobelo y quedó registrada en el lema de nuestro escudo nacional, "PRO MUNDI BENEFICIO". Más claro no puede ser.
Los beneficios de la posición geográfica son para el mundo, no necesariamente para Panamá. A la segunda es más difícil seguirle la pista.
Hay múltiples capítulos de nuestra historia que nos orientan y sirven de metáfora de esta otra visión. Entre ellos, tenemos el Incidente de la Tajada de Sandía. Un extranjero se negó a pagar los cinco centavos del pedazo de fruta, y un istmeño exigió su pago. Sin metáfora y siendo explícito, la segunda visión de país consiste en que los beneficios de nuestra verdadera riqueza nacional sean, primordialmente, beneficio para los panameños y en segundas y terceras y cuartas y quintas instancias, para el resto del mundo. ¿Es eso mucho pedir?
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