Orgullosa de su trabajo. Responsable, cariñosa y con mucho amor por lo que hace, así encontramos a María Valentina Rodríguez Pascual, de 39 años, quien labora en el Instituto Panameño de Habilitación Especial (IPHE) de Penonomé. Ella, a pesar de no contar con su visión, porque desde muy pequeña la perdió, reconoce que el trabajo dignifica y le da muchas satisfacciones como mantener a sus dos hijas y ayudar en la casa, junto a sus padres.
LA DISTANCIA NO ES LIMITANTE
Oriunda del barrio San Miguel, en la comunidad del Rincón de Las Palmas, Coclé, María Valentina tiene que cruzar dos ríos y una quebrada, además abordar por cuarenta y cinco minutos un transporte para llegar a su trabajo. "Para mí la distancia hasta mi trabajo no es impedimento para que siempre esté con voz y un rostro amable, dispuesta a apoyar a los que necesitan de mi servicio, que es contestar las llamadas, buscar a las personas a sus cubículos, enviar los fax en la oficina y todas las tareas que se me asignen diariamente", dijo.
Muy emocionada María reconoció que su trabajo vale oro y por eso lo cuida mucho.
NO LE GUSTA FALTAR
Para ella el trabajo es algo sagrado, cuando tiene que hacer diligencias o asistir al médico lo realiza los días sábado o después de su horario habitual para no ausentarse. "Cuando llego a mi pueblo siempre está mi papá o alguna de mis hijas esperándome, el día que ellos no están, abro mi bastón y continúo sola", platicaba con mucha seguridad.
DESARROLLAR SU POTENCIAL AL MAXIMO
En el interior de la República la vida es más difícil y conseguir un trabajo cuesta más, pero a María el ánimo y la responsabilidad le han ayudado a mantener su trabajo, sin importar su discapacidad. "Cada uno se pone sus propias barreras, nosotros debemos procurar eliminarlas de nuestras vidas para que podamos seguir adelante", aseveró.
AMANECER
María se despierta desde las 4:00 a.m. para llegar a tiempo a su trabajo, porque admite que tiene una gran responsabilidad.