No podía dejar de opinar sobre la pelea que protagonizaron el pasado sábado el panameño Mauricio "Ñáñara" Martínez y el nicaragüense William "Chirizo" González, en el Gimnasio Roberto Durán.

Considero que al "Ñáñara" se le arrebató una victoria legítima por los puntos, inclusive, de forma unánime.

Según lo que pude apreciar esa noche, cerca del ensogado, Martínez comenzó algo frío, perdiendo los dos primeros asaltos. Pero a partir del tercero, sacó a relucir toda su experiencia.

Martínez se movía de un lado hacia otro, conectando combinaciones de golpes. El pinolero era aguerrido, pero era evidente que no podía con un peleador seis años más viejo que él.

Cuando se llegó al duodécimo asalto, estaba convencido de que sólo un nocaut podía salvar al gladiador pinolero.

Antes de ponerle un punto final a esta columna, no puedo pasar por alto lo frío que se comportó el fanático panameño durante el combate.

Era increíble observar cómo en toda la pelea, no hubo ese calor de los combates de antaño que se han realizado en Panamá, donde los fanáticos no dejaban de corear cada golpe del gladiador local.

Está comprobado, en el mundo del boxeo, que los fanáticos representan un factor importante en peleas cerradas, porque al final son ellos los que muchas veces convencen a los jueces.