“Quiero dejar esta vida”


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Veintisiete años de consumir drogas hacen que quiera dejar esa vida que desde niña la atormenta: pide ayuda a gritos.

Foto: JES? SIMMONS

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    Veintisiete años de consumir drogas hacen que quiera dejar esa vida que desde niña la atormenta: pide ayuda a gritos.

    Foto: JES? SIMMONS

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    Veintisiete años de consumir drogas hacen que quiera dejar esa vida que desde niña la atormenta: pide ayuda a gritos.

    Foto: JESÚS SIMMONS

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    Foto: JESÚS SIMMONS

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    Foto: JESÚS SIMMONS

Jesús Simmons - DIAaDIA

"Ayúdenme". Como un fantasma, una mujer a quien llamaremos María, se apareció en un operativo de indigentes que realizaba la Policía Municipal de la Alcaldía de Panamá, en el antiguo depósito de Ana de La Americana, en Curundú.

De inmediato entró en conversación con los periodistas que cubrían el hecho. "¡Qué bueno que recogieron a esos piedreros!", decía. Pero en sus ojos se notaba que algo la agobiaba, y fue ella quien reconoció que era consumidora de cocaína.

Esta fémina necesitaba ser escuchada y de inmediato desnudó su vida al reportero de DÍAaDÍA. Lo que salió de su boca fue verdaderamente desgarrador.

A los nueve años fue abusada sexualmente, supuestamente, por un policía y a los 10 años empezó a consumir cocaína, aseguró.

Pero esto era un pequeño detalle comparado con las caricias y golpes que le daba su padrastro, quien era el que tenía que velar por su bienestar y seguridad. El desalmado, en vez de protegerla, la golpeaba con un cable eléctrico, le tocaba los senos y sus partes íntimas.

A los 15 años fue violada por segunda vez, pero de su mente se borró ese trágico episodio, pues no guarda recuerdos de lo ocurrido, solo sabe que sucedió.

El “polvo blanco” que la aleja por unas horas de la realidad que le toca vivir a diario lo consigue de los mandados que hace a los pandilleros, quienes por problemas con sus enemigos no pueden salir de su territorio.

Por hacerles “favores” a los pandilleros, que consisten en ir al supermercado, la tienda del chinito o limpiar sus casas, el pago que recibe no es en efectivo.

Ella es retribuida con la droga, que empezó a consumir cuando apenas tenía 10 años y que a sus 37 no ha podido apartar de su vida, a pesar de los intentos que ha hecho por dejarla.

La mayor parte del día la pasa viajando a un mundo de fantasías al que la transporta la droga que inhala. Tal vez en ese mundo cree encontrar la felicidad, la protección y la paz que tanto necesita en su vida.

Lo más triste es que la vida violenta que le tocó vivir la alejó de la escuela, cuando apenas cursaba el primer grado. No sabe leer y lo único que escribe con mucha dificultad son las vocales y su nombre.

Con la esperanza de empezar una vida nueva, clama por volver a la Fundación Hogares Crea, en donde ya estuvo una vez, pero por un problema fue sacada.

En esta ocasión, pide una segunda oportunidad de regresar al lugar donde la pueden ayudar a superar su adicción a la cocaína y apartarla de los demonios que atormentan su mente.

Esto lo quiere hacer por sus sobrinos, ya que nunca tuvo hijos. También para volver a tener el amor de su familia, porque desde que anda en el mundo de las drogas la rechazan y no quieren saber nada de lo que le pase en su vida.

 
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