Un hondo sentimiento de melancolía, tristeza, pero al mismo tiempo expectativa por lo que me deparará el futuro me embargaba ayer.

Panamá amaneció triste por la derrota que sufrimos ante Estados Unidos en la Copa Oro, pero esa misma sensación sentía luego de saber que la reunión de despedida que me organizaron algunos compañeros y amigos no pudo ser mejor, dado el traspié que tuvo el combinado tricolor.

Lamentablemente así es la vida, un día se está aquí y otro allá, se pierde y se gana, pero lo importante es que afrontemos las cosas como se vienen y podamos salir adelante.

Sobre el partido, tengo que felicitar a los muchachos por las ganas, la entrega, la actitud y la garra que mostraron, pues aunque se perdió, se jugó un gran partido. Si hoy no estamos en la final, no es porque los jugadores no hayan luchado y, si hay algún culpable que buscar, quizás la responsabilidad recaiga sobre el técnico, que a mi juicio, se empeñó en mantener en la cancha a algunas unidades que desde el inicio no mostraron el nivel para estar.

La verdad es que no entiendo cuál fue la necedad y el capricho del profesor Gary Stempel de alinear por ejemplo a un jugador como Armando Gun, quien a lo largo del torneo se mostró errático en su área y dejó muchos huecos abiertos para que los rivales penetraran.

Sin ánimo de ofender, eso no lo digo yo, lo demuestran la mayoría de los goles que nos anotaron. Cuestionar a estas alturas quizás sea "llover sobre mojado", pero la verdad es que el señor Stempel se equivocó al dejar además a algunos jugadores por más tiempo en la cancha cuando debió hacer los cambios mucho antes, tal es el caso de Barahona por Víctor Herrera y ni qué hablar de la zona de ataque, donde prefirió ingresar a Tejada al minuto extra 108 en lugar de Gun. A esa hora, ya era poco lo que se podía hacer, pues no se estaba jugando con Nicaragua, sino con el "cuco" del área.

Por lo demás, sólo me resta desearle suerte y muchas bendiciones a todos. ¡Si Dios lo permite, nos vemos en la próxima!