Ayer se celebró en Panamá el Día del Niño y la Niña.
Hay una frasecita que siempre me ha incomodado. "Los niños son el futuro de la nación". ¡Ja! Qué lindo.
No, mentira. Los niños son el presente, están formándose ahora, y, por lo tanto, invertir en su educación, alimentación, confort y recreación es un deber de los ciudadanos, léase padres, maestros, autoridades y gobernantes.
Sólo supliendo sus necesidades hoy, serán buenos ciudadanos mañana.
Y yo me pregunto: ¿Estamos cumpliendo a cabalidad con nuestros niños y niñas?
La respuesta me aterra: ¡No!
Cuando veo que hay niños y adolescentes que no han dado clases durante más de un bimestre; cuando observo que los docentes nunca protestan por las carencias en la educación, sino por sus conquistas; cuando escucho la demagogia de los políticos; cuando me percato de que los sistemas de salud no son eficientes en la atención de la niñez, y cuando veo que muchos padres están más interesados en golpear a las madres y a sus propios hijos, que en brindarles amor y orientación, entonces me doy cuenta de que somos parte de una sociedad que no está haciendo nada por los llamados "futuro de la nación".
Sé que lo que estoy escribiendo parece describir un cuadro de Frida Khalo, lleno de sufrimiento y miedo. Sin embargo, la realidad es que ante la subida de los precios de los alimentos, los niños que comían bien, ya deben conformarse con el arroz con frijoles; los que iban al cine con sus padres, ahora deben quedarse en casa a ver la televisión; los que salían de paseo, ahora están confinados al patio o al balcón.
En fin, paradójicamente, cuando la economía anda galopando, la calidad de vida de nuestros niños y niñas, se ha reducido a la supervivencia.
Aun así, me permito pedirles a esos niños y niñas de mi país, que pongan de su parte, que estudien y echen para adelante. Dénnos a los adultos una lección de responsabilidad y sabiduría.
