Cuando nació, su lunar en la cabeza nos indicó que él sería diferente. A medida que crecía hacía preguntas que nos dejaban a todos con la boca abierta. Les hablo de mi hermano Benjamín, el más chico de los varones, el niño de todos.
Sus travesuras infantiles nos hacían reír en momentos duros para la familia. Como todo niño, al principio no se daba cuenta de lo que sucedía en el hogar, no había crecido lo suficiente. Un buen día los hermanos mayores hablábamos de cómo podríamos ayudar a mamá con la situación en el hogar, él sabiamente dijo: "Cuando sea grande, yo quiero ser diferente". En el momento no entendíamos...
Hoy es todo un hombrecito, digo hombrecito, porque no puedo creer que mi hermano de 19 años, ha decidido hacer lo correcto, es todo un hombre. Aunque muchos en la familia, me sumo también, le aconsejamos que pensara en su futuro, que dos años de su vida estarían perdidos, que debía estudiar, en lugar de perder el tiempo, otra vez su respuesta enmudecía el diálogo: "Yo sé lo que quiero hacer... quiero ayudar a los demás...".
Hace casi un mes lo despedimos en el aeropuerto, el vuelo lo llevaría a un país centroamericano que, al igual que el nuestro, necesita mucha ayuda de Dios, y él quiere ser parte de la misión del Señor en este país. Hoy está allá, no sabemos nada de él desde que se fue, pero tenemos la fiel esperanza de que está bien, de que volverá hecho un siervo de Dios, un hombre grande. El orgullo y la satisfacción hacen un nudo en mi garganta, Benjamín es un buen hijo, hermano, sobrino y tío... porque nunca dudó de lo que quería hacer.
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