ENTRE NOS
¡Ay, madre!

Elizabeth M. de Lao | DIAaDIA

"Jumm, son las nueve y la visita no se mueve", le decía mi abuelita a mis tías y a mi mamá cuando los novios se demoraban más tiempo del debido.

Hace años, era pecado mortal hacer visitas pasada esa hora. Y si los novios le caían mal a la suegra, ¡con qué gusto repetían esa frasecita!

¡Qué tiempos aquéllos!, diría mi mamá.

Imagínense los ruegos y las súplicas que tenía que hacer para que la dejaran ir a un baile o a una fiesta de barrio.

Para lograr un permiso así, era necesario hacer cuanto oficio se inventó durante el día, y rogar a Dios para que en la noche a mi abuela no le diera por arrepentirse de llevar a la hija al baile. Ojo, dije llevar, porque eso de que mi mamá fuera sola... ni hablar.

Bueno, cuando mi madre nos echa esos cuentos, nosotras, sus hijas, sólo nos miramos y pensamos "de tal palo, tal astilla".

Resulta que una generación más tarde, yo viví lo mismo. Ese "jumm" lo escuché mucho. Y hago constar que no me dejaban ir ni siquiera a las novatadas sola, a pesar de que el colegio quedaba casi enfrente de mi casa.

Para unos carnavales me llevó mi papá a un baile. Tenía una cara de juez de campo, que mis amigos sólo pasaban y me miraban con miedo, pero ninguno se atrevía a sacarme a bailar. Mi padre, bendito sea, se dio cuenta y se hizo a un lado. De inmediato comencé a bailar... hasta que a él le dio sueño (demasiado temprano) y nos fuimos.

Otra generación más tarde, le tocó el turno a mi hija. ¡Jumm!

Ya ella va sola a estudiar a casa de las amigas, se queda en la escuela a practicar el coro o la banda, y yo... ¡jumm!, ya es muy tarde, ¿por qué no ha llegado? Son las 5 de la tarde y debió estar en casa.

Y cuando llega, jumm, ¿quién es ese muchachito que viene mucho por aquí? Jumm... ¡cuidadito! ¡Que no se le ocurra venir si no está tu papá o estoy yo! ¡jumm...!

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