Jóvenes aún: Esta columna es entre ustedes y yo. Nada de mamás ni de papás. Sólo jóvenes, no importa si son preadolescentes o adolescentes.
Se preguntarán por qué hoy escribo sólo para ustedes. Simple. Me tocó ver hace unos días a unas muchachas que se dejaban tocar y tocar de unos muchachos. Desde el semáforo las veía. Sin el más mínimo pudor, se dejaban meter la mano entre la camisa y con una risa de oreja a oreja, permitían que los muchachos se pegaran a sus cuerpos, como lo hace un matapalos al tronco de un árbol. Me dolió ver ese espectáculo.
Y es que... ¿saben algo? De lo único de lo que ustedes, jovencitas, son dueñas es de su cuerpo. Sobre él pueden decidir. Ustedes no tienen casa, porque es de sus padres; no tienen cuenta bancaria, ni siquiera pueden votar. Pero sí pueden darse a respetar, porque aquí entre nos, los hombres no se guardan nadita de nada, todo lo dicen. Lo que le hacen hoy a una de ustedes, lo saben mañana todos sus amigotes. Y... ¿qué creen? En menos de lo que canta un gallo, su reputación queda por el suelo y las acompañará por el resto de sus vidas. Y los mismos que hoy se aprovechan de sus cuerpos, son los mismos que mañana las despreciarán. Juéguenles vivo. No se dejen. Sonríanles, pero de lejos; permítanles un beso de saludo, pero no abrazos aprovechadores. ¿Tienen novio? ¿Sí? ¡Enhorabuena! Esa es una etapa linda, si se sabe vivir. Ustedes son ganadoras. Respétense y disfrutarán de la vida a plenitud. ¡Ya lo verán!
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