Cuentan que un hombre estaba perdido en el desierto, a punto de morir de sed. Cuando él llegó a una casita vieja -una cabaña que se desmoronaba -sin ventanas, sin techo, golpeada por el tiempo, mirando alrededor, vio una bomba a algunos metros de distancia, muy vieja y oxidada.
Él se arrastró hasta allí, agarró la manija y empezó a bombear sin parar. Nada ocurrió. Desanimado, cayó postrado hacia atrás y notó que al lado de la bomba había una botella. La miró, la limpió, removiendo la suciedad y el polvo, y leyó el siguiente mensaje: "Primero, necesitas preparar la bomba con toda el agua de esta botella, mi amigo". PD.: "Haz el favor de llenar la botella otra vez antes de partir".
El hombre arrancó la rosca de la botella y, de hecho, tenía agua. ¡La botella estaba casi llena de agua! De repente, él se vio en un dilema: Si bebía el agua podría sobrevivir, pero si volcase el agua en la vieja bomba oxidada, quizás obtuviera agua fresca allí en el fondo del pozo y podría llenar la botella para la próxima persona.
Con temor, el hombre volcó todo el agua en la bomba. Enseguida, agarró la manija y empezó a bombear... ¡y la bomba empezó a chillar! ¡Y nada ocurrió! Entonces, surgió un hilito de agua; después, un pequeño flujo, ¡y finalmente el agua salió con abundancia! La bomba vieja y oxidada hizo salir mucha, pero mucha agua fresca y cristalina. Él llenó la botella y bebió de ella hasta hartarse. La llenó otra vez para el próximo que por allí podría pasar y agregó una pequeña nota al billete preso en ella: "¡Créeme, funciona! ¡Necesitas dar todo el agua antes de poder obtenerla otra vez!"
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