A pesar de estar alejados de su familia y de que la mayoría pasará el Día de los Abuelos solos, ellos aseguran que se sienten bien donde están.
El señor Federico Soto llegó al Hogar de Ancianos San Pedro Nolasco, ubicado en calle 26 de El Chorrillo, el 20 de febrero de este año, luego de pasar páramos en las calles y dormir "como el gallo", a la intemperie, donde lo cogiera la noche.
A pesar de que en la Iglesia La Merced lo apoyaban con alimentos y baño, ahora él puede vestir ropa limpia todos los días y sobre todo, dormir cómodamente en una cama.
Don Federico tiene familia, pero admite que por su problema con el licor ellos lo despreciaban y, como siempre, ha sido independiente, quedó viviendo en las calles.
Gracias a un sacerdote que habló con el padre Javier Maña, encargado del hogar, este señor se fue a vivir allá, pero antes hizo un trato con una de las monjas en el que prometió no volver a tomar licor y hasta ahora lo ha cumplido.
Federico comparte sus días junto a 39 adultos mayores que viven en el lugar, muchos tienen toda una vida allí, tal como es el caso de Judith Monterrey Cedeño, quien asegura que llegó un año después de haber empezado a funcionar el hogar, o sea, en 1983.
Judith es muy relajada y entre chistes contó que llegó a vivir allí junto a su esposo, quien murió años atrás. Aunque perdió la vista luego de tener a su único hijo, y de los males de la edad (74 años), su mente está clara.
La señora, quien estaba recostada en su cuarto, pues le molestaba un ojo, aseguró que su hijo la visita cada vez que puede, él le ha dado once nietos y 14 bisnietos.
EL ULTIMO RECURSO
Maura Elizabeth Rodríguez es trabajadora social de la sección de Adulto Mayor en el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES). Ella explicó que es el propio adulto mayor quien debe tomar la decisión de irse a vivir a un hogar, y para esto debe cumplir con un examen médico general en el que se compruebe cuáles son su padecimientos.
El ir a vivir a un hogar de ancianos debe ser el último recurso, pues si los abuelitos tienen familiares cercanos son ellos quienes deberían ocuparse de su cuidado, ya que según la experta en familia, "el vivir en un hogar disminuye el nivel de vida del adulto mayor, mueren antes de tiempo porque ellos no se hallan".
Si es necesario, un grupo de expertos del MIDES se reúne con la familia para explicarle la prioridad y atención que requiere el adulto mayor, si finalmente ellos deciden que vaya al albergue, entonces se acuerda, por ejemplo, cuánto dinero pueden aportar al hogar, pero en el mejor de los casos, entonces ellos se turnan el cuidado de la persona.
NO ES LO MISMO
Las trabajadoras sociales son sinceras con los familiares de los adultos mayores, ellas les ponen las cartas sobre la mesa diciéndoles que allá en el albergue no les faltará nada en cuanto a cuidados, pues son atendidos por doctores, enfermeras y las personas que trabajan allí, pero como no son los únicos, deben esperar su tiempo. Por tanto, como familia, son quienes deben seguir brindándoles ese calor y cariño que ellos tanto necesitan.