De los errores también se aprende. La vida le ha puesto duras pruebas al señor Alejandro Peña. Éste las ha superado con la fuerza de Dios.

A sus 46 años, a este señor lo encontramos de lunes a sábado en la parada de la Gran Estación de San Miguelito, caminando de un lado a otro y también arriba de los buses, vendiendo sus reconocidas chichas de sabores naturales.

Cuando usted pase por el lugar, escuchará sus pregones: "Qué calor, lleve su chicha de limón con raspadura para el dolor de cintura", "de granadilla para la rodilla", entre otros.

Cuenta Alejandro que trabajó un mes como inspector de SICOTRAC en El Chorrillo. Los choferes le compraron el primer "cooler" para que les tuviera agua cuando pasaban, luego le pidieron chicha y a partir de allí empezó la venta.

Dejó el trabajo de inspector, pero siguió en el negocio de la chicha. Ya son 21 años en esta faena, donde ha logrado mantener a sus 3 hijos y su cónyuge. Además, ha logrado hacer su casa y comprar el auto que tiene. "No me da un montón de plata, pero sí lo suficiente para sobrevivir", dijo.

LUZ EN EL CAMINO

Pero todo no ha sido color de rosa en la vida de este caballero. Admite que estuvo en el vicio de las drogas, pero siguió el camino de Dios y logró salir del oscuro abismo en que estaba metido.

Ahora cuando sube a los buses, además de vender sus conocidos refrescos, saca tiempo para predicar la palabra, pues esa es la misión que le ha dado Dios, a quien no deja de agradecer por todo lo que ha hecho en su vida. Por eso lo conocen como "El Varón".

Le encanta su trabajo, porque le gusta ese contacto con los clientes, a quienes les ofrece buena atención y calidad en el producto.

Aspira tener un puesto para poner una refresquería, pero no ha tenido suerte con los permisos municipales.

BUCO CHICHA

Desde las 10 de la mañana, vende a diario 3 tanques de 5 galones con pura chicha de frutas naturales.