
El viernes 29 de julio de 2011, quedará en la mente de Aquilino Luna Ortega para siempre, porque ese día prácticamente volvío a nacer. Él nunca había sentido la muerte tan cerca como en ese día.
Crucé la avenida principal y a media calle escuché un estruendo como una explosión. Después de recoger un vestido en la lavandería escuchó un fuerte estruendo al fijarse vio un colegial que había impactado un poste del tendido eléctrico.
Del impacto el poste se partió en dos y provocó el desprendimiento de cables eléctricos que amenazaron su vida. Asustado corrió unos cinco metros, y sólo frente al problema exclamó "guardame padre", para luego desplomarme y recibir golpes en los brazos el pecho y las piernas.
Como pudo se levantó como impulsado por un resorte y se alejó del lugar lo más que pudo. Los cables de alta tensión no lograron alcanzarlo.
A su paso al lado del poste y el posterior impacto del autobús colegial, solo habían transcurrido 30 segundos. Su día transcurrió como de costumbre, sin mayores contratiempos, aunque le duelen las piernas, uno de sus brazos, al punto que no puede moverlo.
Con este relato Aquilino quiere llenar de ánimo y decirle a la gente que no importa las circunstancias dolorosas que estén enfrentando, Dios cuida de elloes, que la enfermedad no es para siempre, que la escasez acabará y que sus días de lágrimas están por acabar.