El bochinche, anteriormente era considerado característico de las regiones de la campiña en donde, como se dice en buen panameño: uno no se podía echar ningún viento porque medio pueblo ya se enteraba, pero eso no es lo peor, pues como nunca falta el mentiroso (a) que tergiverse las cosas, el famoso pedo, de tanto pasar de boca en boca, terminó en heces fecales, suena un poco asqueroso, ¡pero es la puritita verdad, aja!
Ahora, vemos este mal desde la esquina del barrio más populoso hasta en las mansiones y clubes de la alta alcurnia.
Pero a la hora de emitir en mensaje, hay una frase que me llama la atención. "Dicen las malas lenguas", al decir este término, lo que me viene a la cabeza son individuos con mala intención que dicen cosas negativas de alguien, pero me pregunto: ¿Uno no será una de esas malas lenguas? Claro que sí, ¿por qué cuando otros lo dicen sí es malo, pero cuando nosotros lo decimos no? Entonces, ¿qué seríamos, las "buenas lenguas"?
De una u otra manera, al final formamos parte del montón, porque esas mismas personas trasmitirán lo que en un principio nosotros afirmamos y nos catalogarán como las "malas lenguas" que regaron la historia.
Nos encanta gritar que no nos gusta hablar ni meternos en la vida de nadie, pero cuando llega la hora de contar algo sobre la hija de fulano, las orejitas se nos paran como las antenitas de vinil del Chapulín Colorado y empezamos a comentar.
La realidad es una, al que no le interesa algo simplemente no comenta, se retira o le dice a quien está contando que se lo reserve.
Una cosa es escuchar y decírselo a la mejor amiga y la otra es agregar o quitar dos o tres cositas que cambian la historia.
Les digo un secreto, hay quienes escuchan el chisme y se lo reservan, pero igual hay que reconocer que entretiene y me incluyo dentro de este grupo, pero shhhh, no comenten nada, es entre ustedes y yo.