Cierto día, un profesor entró al aula dispuesto a dar una clase especial. Sus alumnos de psicología, asombrados, lo veían sacar de una bolsa unos cuantos objetos. Les dijo:
-En la vida se van a encontrar con muchas situaciones para resolver. Hoy vamos a resolver un problema. Y dicho esto colocó una hermosa mesita en el centro de la clase, y encima colocó un jarrón de porcelana muy caro donde puso una rosa amarilla de extraordinaria belleza, y dijo así: "¡Aquí está el problema! ¡Resuélvanlo!" .
Todos se quedaron perplejos mirando aquella escena: un jarrón de extremo valor y belleza y una maravillosa flor. ¿Qué representaría?, ¿qué hacer?, ¿cuál era el enigma?, ¿cómo que eso era un problema? En un momento, uno de los discípulos, ante la mirada atónita de sus compañeros, tomó el jarrón entre sus manos, lo levantó, y lo estrelló sin asco contra el suelo. Hecho esto, volvió a su lugar.
-¡Por fin alguien entendió! -exclamó el profesor. Empezaba a dudar de la formación que les estuve dando. Luego explicó: Yo fui bien claro, dije que ustedes estaban delante de un "problema". No importa cuán bello y fascinante sea un problema, tiene que ser eliminado, terminado, concluido.
Sólo existe una manera de lidiar con un problema y es atacándolo de frente. No se puede tener piedad ni ser tentado por el lado fascinante que cualquier conflicto acarrea consigo. No tiene caso tratar de "acomodarlo" y darle vueltas, si al fin y al cabo ya no es otra cosa más que "un problema". Déjalo, hazlo a un lado y continúa tu misión. No huyas de él... No lo escondas... ¡Acaba con él!