Cuando niña, los ladrones tenían la aparienncia de ladrones y nuestra única preocupación en relación a la seguridad era que los “acomodadores” de los cines nos expulsasen debido a los golpes en el suelo hechos con los pies cuando una determinada música era tocada al inicio de los filmes, en las matines del domingo.
Madres, padres, profesores, abuelos, tíos, vecinos eran autoridades dignas de respeto y consideración. Inimaginable responder maleducadamente a los mayores.
Confiabamos en los adultos porque todos eran padres y madres de todos los chicos de la cuadra, del barrio, de la ciudad.
Teníamos miedo apenas de lo oscuro, de los sapos, de filmes de terror.
Hoy me dio tristeza pensar en cómo ha cambiado todo. Por todo lo que mis nietos un día temerán. Cosas como matar los padres, los abuelos, violentar niños, secuestrar, robar, engañar, poner la traba, indiferentes por la banalidad de noticias policiales, olvidadas después del primer intervalo comercial.
Pagar deudas al día es ser tonto, y hay amnistia para los estafadores. Me espantan los ladrones de traje y corbata, asesinos con cara de angel, pedofilos de cabellos blancos.
Me aterran los autos que valen más que abrazos, y los hijos queriendolos como regalo por pasar de año. Celulares en las mochilas de los recien salidos de los pañales.
¿Qué vas a querer a cambio de un abrazo, mi hijo?
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