El reloj marcaba las 11:30 a.m. cuando nos dirijíamos hacia la Tumba Muerto, desde el distrito de Arraiján. El sol estaba tenue, al parecer iba a llover.

Al llegar a la parada, un señor se nos acercó y dijo: "Mire cómo está la parada, las personas que están aquí no vamos a jugar, vamos a trabajar y los transportistas no entienden eso". La caseta estaba llena de personas que habían salido muy temprano para cumplir con sus deberes laborales; podíamos calcular unas 200; sin embargo, no había un bus que los pudiera llevar o los que había no eran suficientes para la cantidad de personas que necesitaban un transporte en ese momento.

Un poco exaltadas, por no poder llegar a tiempo, decían: "Hasta cuándo esta lucha con el transporte, si no es Chana, es Juana, primero es la gasolina y ahora la indemnización; la verdad no entiendo a ésta gente".

Los buses pasaban esporádicamente y, por la cantidad de personas que esperaban por este servicio, no se detenían. Estuvimos allí casi dos horas antes de poder abordar un bus.

Al subir a uno de ellos, agarrados de las barras por no haber puestos suficientes para nosotros, se observó la expresión en los rostros de algunos pasajeros que denotaban cansancio, enojo y algunas satisfacción por al fin obtener un transporte que los llevara a su destino.

Al llegar a la Terminal de Transporte, nos encontramos con el mismo inconveniente, ésta vez, aun más difícil por la escasez de buses. "A pesar de todo, pensé que sería más difícil trasladarnos a la ciudad hoy", exclamó el señor Miguel, quien nos acompañaba en la espera de el segundo transporte del día. "Cuando salga, no me quedará de otra que tomar un taxi pirata, si no, me quedaré a dormir en la calle, solo espero no tener ningún problema", concluyó, antes de subirse al bus que por fin lo llevaría hacia su trabajo.